La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
Quisiera haber titulado esta columna con una frase que con frecuencia me acompaña. Pero estoy seguro de haberla empleado ya en otras ocasiones. El riesgo de repetirse es propio de quienes escribimos o hablamos en los medios y no hay que preocuparse demasiado, pero es bueno evitarlo en la medida de lo posible. Yo habría escrito: La tentación totalitaria. Porque es ese el motivo que me acerca al comentario, el de escribir algo sobre esa tentación que es una continua amenaza sobre la práctica socialdemócrata.
Ha poco, a primeros de febrero, la editorial andaluza Almuzara, del grupo Almuzara Libros, que dirige Manuel Pimentel, ha publicado un ensayo que lleva esa frase como título. Sus autores, Almudena Negro y Jorge Vilches, son, ella periodista y diputada de la Asamblea de Madrid (Partido Popular) y él politólogo. Se trata de un análisis del proceso de colonización del Estado que estamos sufriendo en España. Si bien, en definitiva, no es más que una concreción elocuente de la vieja teoría que adjudica al comunismo -se llame como se llame y se vista como se vista- una fuerte tendencia a la fagocitosis de la socialdemocracia. Ocurre con mucha frecuencia, cuando los políticos encuadrados en esta ideología de progreso del marxismo se dejan ayudar por los titulares del pensamiento único y se hacen cómplices, habitualmente por razones de mantenimiento del poder, de quienes apuestan por un Estado bajo control.
Pero, en términos generales, ya se ocupó de estudiar esa tentación el pensador francés Jean-François Revel (1924-2006), periodista y académico siempre polémico desde su famoso Ni Marx ni Jèsus (Robert Lafont, 1971), un discutible, desde luego, pero revelador análisis de la resituación en los movimientos de los últimos años de la década de los sesenta, de los precedentes de la Revolución Francesa. Redactor jefe de las páginas literarias de France-Observateur, director de L'Express entre 1978 y 1981 y cronista de Le Point, su ensayo La tentación totalitaria ("La tentation totalitaire", Robert Laffont, 1976) debiera ser una lectura obligada para quienes quieran comprender con cierta profundidad el comportamiento de la oligarquía que ostenta el poder político en España. Hay que situarlo en su época, pero ello no es óbice para que ayude a los que distinguen entre comunismo y estalinismo y, sobre todo, a los que siguen sin saber que el comunismo es el peor enemigo del socialismo democrático.
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