
Diafragma 2.8
Paco Guerrero
De lección
De manera un tanto sorpresiva, una miniserie emitida por la plataforma Netflix (especializada, por otra parte, en fabricar mayoritariamente productos de usar y tirar) se ha convertido por mor de un medio de transmisión tan arcaico como el “boca a boca” en una suerte de fenómeno social que monopoliza conversaciones y tertulias; al menos, las de cierto nivel. Su título es Adolescencia es una producción británica que tiene como premisa el arresto de un adolescente acusado del asesinato de una compañera de clase.
Lo que los espectadores empezamos a ver como un simple thriller con el que esperábamos entretenernos un rato se transmutó, gracias a sus guionistas, sus actores y la pericia técnica del director y su equipo, en una obra excepcional profundamente entretenida y, al mismo tiempo, desgarradoramente esclarecedora e instructiva. La serie nos coloca delante un espejo que nos hace reflexionar a los adultos sobre como estamos criando, educando y entendiendo a nuestros hijos. La brecha generacional que ancestralmente ha dificultado la relación entre los jóvenes y sus padres en cuanto a opiniones, creencias y valores, se ha vuelto ahora un abismo en virtud de internet y las redes sociales en las que el adolescente se mueve sin control desde la privacidad de su habitación y a la que tan ajenos -por incompetentes- somos los mayores.
El alejamiento respecto a los progenitores se une -como nos muestra el segundo episodio de la serie- con el fracaso de la escuela como institución encargada de educar e instruir a sus alumnos. Vemos un colegio en que los profesores se ven superados, en todos los sentidos, por los estudiantes y más que enseñar su tarea es evitar que los niños se les desmadren durante el tiempo que están en clase. En realidad, la escuela no es “de facto” más que una guardería para niños mayores. Hemos pasado de una escuela en la que los maestros eran tiranos a otra en la que se les tiene menos respeto que al delegado de clase (si es que esa figura todavía existe). Este es el desolador panorama al que nos enfrenta Adolescencia en cuatro episodios rodados en plano secuencia, esto es, sin cortes y donde la acción se desarrolla en tiempo real. Lo que en otras películas (Birdman o 1917) no es más que un artificio para el lucimiento de directores, aquí potencia la historia y la acerca, dramáticamente, al espectador que atónito permanece pegado al sofá. La conclusión no puede ser más frustrante: ¿Cómo se puede proteger a los jóvenes que transitan por un mundo que la mayoría de los adultos no entendemos en absoluto?
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