Los agresores

En estos días estamos centrados en las conversaciones de teórica paz para Ucrania, lo cual siempre es una buena noticia. Aunque más que unas conversaciones parecen una visita al súper, yo me quedo el berilio, tú el litio, a medias el uranio y calla, niño, que tú no tienes vela en este entierro. O similar.

Curiosamente, todos en Europa están ahora que sí, que de acuerdo, pero que no se debe olvidar quién es el agresor y quién el agredido, lo que tampoco está nada mal, la verdad. Rusia es la agresora, así que hay castigarla. Israel ya si eso y Estados Unidos... bueno, ahí está el señorito, ¿y cómo vamos a ir en contra del señorito si nos va a dejar sus zapatos y su ropa cuando ya no los use?

No deja de sorprenderme que todos esos que tienen tan claro que el agresor es malo y caca, luego no sean capaces de señalarlo cuando lo tienen delante de sus narices, y así durante años de ceguera selectiva e interesada en muchisimos casos.

Y por no irme por las ramas y poner un ejemplo claro, algo que no entiendo es cómo aquí cerquita, en La Línea, hace poquito se estuviera a punto de hacer un homenaje a unos militares fascistas italianos, de ese mismo ejército fascista que poco antes apoyó al agresor en España, al ejército sublevado de militares sin honor ni humanidad; ese mismo ejército italiano que de nuevo se incorporó al bando equivocado de la Historia, junto a la Alemania nazi agresora. Que ya hay que ser torpe, oiga.

Que una cosa es estudiar, querer conocer la historia, y otra muy distinta es caer fascinado por los uniformes y los cánticos rimbombantes de los dictadores del pasado que ahora amenazan con volver por culpa, en gran parte, de quienes los blanquean y encumbran a la categoría de héroes. Y encima, esos que exaltan valores que en España, recordemos, son ilegales, se hacen los ofendiditos y se indignan porque según ellos quienes reivindican la legalidad no son sino torquemadas redivivos. O podemos recordar también la penúltima agresión contra la ley de memoria democrática con, entre otros, más de 40 ex militares firmando manifiestos de apoyo a Franco, ese genocida que estaba entre los agresores, por el 50 aniversario de su muerte. Esos mismos militares que reivindican las cunetas como solución habitacional para millones de españoles que no aceptamos sus delirios y su pérdida del sentido de la realidad. Pero quienes la perpetraron llevaban hermosos uniformes y esos tienen que ser de los buenos, que van siempre muy arregladitos.

Así que se trata de que los agresores sean de los míos, aunque no lleven traje. Como Churchill cuando visitó la Casa Blanca en la segunda guerra mundial, que tampoco llevaba traje pero, por lo que sea, nadie puso el grito en el cielo. Ahora, intente cualquiera de ustedes hacer en España un homenaje a las Brigadas Internacionales, por ejemplo, y ya veríamos como todo son espumarajos y llamadas a rimbombantes equidistancias porque ahí, sí, ni los agresores serían tan malos, ni los agredidos tan buenos.

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