Andar y contar
Alejandro Tobalina
Rutina
José Ignacio Landaluce ha dicho en varias ocasiones que Algeciras ya no sufre inundaciones en periodos de lluvia de alta intensidad, como ocurría desde tiempos inmemoriales. Y no le falta razón. Cierto es que se han ejecutado obras para solucionar, al menos parcialmente, la más que deficiente red de saneamiento y drenaje de la ciudad. Y ello apelando a la intervención de distintas administraciones, que no solo la municipal, lo cual es una gestión a valorar. No cabe duda.
El sistema de alcantarillado se sobrecargaba, sin capacidad de manejar volúmenes altos de agua, y colapsaba en las partes más bajas y cercanas al encuentro con el mar. La ausencia secular de separación entre las redes de pluviales y fecales agravaba el problema.
No hace falta ilustrar mucho sobre estos sucesos que nadie olvida. Y, en especial, la importante inundación de marzo de 2011.
El refuerzo de colectores y estaciones de bombeo, y un mejor mantenimiento de las tuberías, son partes de una solución global aún no alcanzada.
Pero eso sí, manifestar que el problema está arreglado completamente y el riesgo ya no existe es no ver la realidad. Factores como el cambio climático y la creciente presencia de lluvias torrenciales hacen ver la insuficiencia de la red en puntos críticos; sobre todo cuando las mareas impiden que las redes pluviales evacuen en el mar.
Solo cabe invertir aún más para mejorar el funcionamiento de los colectores, imprescindibles en estos eventos, y en la mejora y mantenimiento de las tuberías. Además, existen soluciones nuevas como los pavimentos con capacidad de drenaje o ayudar al alcantarillado mediante otras soluciones como estanques, humedales y zonas naturales de recogida que ya se están implantando en otras ciudades. Y otro factor más, que no se ha valorado lo suficiente, es la nefasta canalización del Río de la Miel y sus desvíos, que en tales situaciones sufren atascos por su deficiente mantenimiento cegando una esencial salida natural del agua. Es hora ya de que nos planteemos que esa obra ha causado mucho daño en lo ambiental y en lo estético. Y que, como muchas otras ciudades, tiene que ser revertida devolviendo su río a Algeciras.
En definitiva, el riesgo que sufrimos no se puede ocultar ni minusvalorar, y el ejemplo de Valencia es aterrador. Ya es hora que se planifique una solución completa y global, lejos del debate político y por el bien de la ciudad. Que para eso pagamos un canon de saneamiento en nuestras facturas.
Por último, solo valorar el esfuerzo de aquellos algecireños que han ido a Valencia a ayudar tras la DANA. En especial, la del grupo de estibadores que se han pagado de su bolsillo un viaje para auxiliar a quienes lo han perdido todo. Y ya es hora que se cumpla una moción aprobada en su día por el Pleno para dar el nombre de una calle de esta ciudad como “estibadores algecireños”. Es el momento.
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