Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Hay contrastes espantosos. El domingo, al alba, había dos Cádiz. Una que se desperezaba y otra que protagonizaban rezagados pertenecientes a eso que Manolo Hugué llamaba “sociedad de última hora”. Por sus calles se paseaban unicornios con el cuerno flácido, Baby Yodas con una merluza de adults only y chirigoteros afónicos jartos de cantar. Los limpiadores municipales pegaban manguerazos a los adoquines y barrían los cristales rotos de botellas de Beefeater. Cádiz despedía un día más de Carnaval mientras el eco de los pitos de caña se fundían con el tañido de las campanas.
En la plaza de la catedral emergían decenas de guardias civiles que no formaban parte del jolgorio. Eran de verdad, no de ocurrencia carnavalesca de chavales que, como el Recio, dicen: “Control de alcoholemia. Sople aquí”. Llovía. Portaban el féretro de Miguel Ángel, asesinado hacía dos noches en Barbate junto a David. Asesinados. A ambos los subieron a un flotador con cuatro compañeros más a jugar al pillapilla con una goma de 14 metros de eslora. El objetivo era disuadir. En Madrid se piensa que un flotador y un uniforme bastan para ello, suele funcionar, y se agarran a esa perniciosa costumbre de que las cosas acaban saliendo bien aunque se hagan mal. Pero la sensación de impunidad de los narcos es cada vez más corpórea y a veces pasa: sales a dar las largas en un cacharrito de desguace y un Cabra te mata.
Para el ministro Marlaska está todo bien. Estaba todo bien cuando 20 migrantes murieron con medio cuerpo en Marruecos y medio cuerpo en España, estaba todo bien cuando el Supremo determinó que a menores marroquíes se les expulsó de Ceuta con un “pa tu casa, chaval”, estaba todo bien cuando de manera sibilina redistribuía por España a africanos llegados a Canarias y está todo bien ahora.
Se reclaman medios para hacer frente a un narcotráfico que ya abraza el cuerpo caliente del progreso tecnológico. Se reclaman embarcaciones que no se estropeen más que la furgo-picadero de un hippie. Se reclama con razón, y los gaditanos cantamos unos días “viva honrada la Guardia Civil”. Lloramos a los muertos y nos da mucha pena tó. Hay que mimetizarse bien para olvidar que estamos pagando el chistecito de “Barbate, atún y chocolate” y las risas compartidas con quienes, cuando cruzábamos Despeñaperros, nos preguntaban si en el instituto cursábamos 1.º de Porro. Allá, allá va el chavalito de 16 años que prefiere ganarse 6.000 pavos por 15 minutos de descarga a resolver una ecuación. Qué maquina er chavá. Qués cohone tiene. Ay Cádiz… tierra soñada, oriundos de sonrisa petrificada. Cádiz la bella. Cádiz la playera y la chirigotera. Cádiz la olvidada y la que se resigna. Qué arte tienes, mi Cadi, qué arte has tenido siempre para mirar a otro lado.
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