Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Un drama
Hacecasi siete años, en octubre de 2016, el alcalde de Algeciras, José Ignacio Landaluce, afirmó durante una rueda de prensa: “Hoy cumplimos un sueño”. Y no era para menos: la ciudad, principalmente el barrio de La Caridad, iba a recibir 15 millones euros gracias a las Estrategias de Desarrollo Urbano Sostenible e Integrado (Edusi), unas ayudas cofinanciadas con fondos Feder de la Unión Europea.
A pesar de aquel sueño, de aquella lluvia de millones, la Villa Vieja, la zona baja de Algeciras, continúa arrastrando problemas crónicos. Sirva como ejemplo el estado de su principal parque, el Smith o de las Acacias, que sobrevive sin apenas vigilancia ni cuidados, abandonado a su suerte. Tanto alboroto se armó con la tala de árboles en el María Cristina cuando en el parque Smith hay grandes ejemplares tronchados con sus magníficas ramas derribadas sobre el suelo.
Bajo los soportales del emblemático palacete del parque de las Acacias, actual sede institucional de la Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar, acampa y malvive media docena de drogodependientes en busca de sombra durante los meses de verano y de refugio durante los meses de invierno.
Esa es la realidad del parque Smith, que el Ayuntamiento pretende ahora ampliar con un acceso a las factorías de salazón de la calle San Nicolás. Sin embargo, esta ruta cultural entre el yacimiento romano, la capilla del Santo Cristo de la Alameda y el museo municipal está abocada al fracaso si no aumenta la vigilancia, la limpieza y se mejoran los accesos. Las calles Emilio Burgos, Méndez Núñez, Ortega y Gasset, Aníbal y los alrededores del Patio del Coral espantan a cualquier visitante.
Unos metros más allá, en las inmediaciones del mercado Ingeniero Torroja, en la calle Teniente Riera, un edificio okupa continúa amargándole la vida a los vecinos que, prácticamente a diario, tienen que dar parte a la policía de peleas públicas, gritos de madrugada y conatos de incendio. Aseguran los residentes que la antigua pensión Trujillo se ha convertido en un punto de venta de drogas y prostitución sin ningún control.
Al final de esa calle, en la esquina con Pescadería, los contenedores soterrados generan tal acumulación de basura en sus fosos que se han convertido en un nido de infecciones, cucarachas y roedores, además de un foco permanente de malos olores.
Desgraciadamente, los problemas que sufre el barrio de La Caridad no se arreglan con troncos de árboles forrados de crochet ni con murales pintados en los solares abandonados, iniciativas que se han tragado parte de los fondos europeos. Quince millones de euros parecen suficientes para haber optado por otra estrategia, más efectiva. El sueño se diluyó con el tiempo.
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