Benditos chiringuitos

La Rayuela

Soy culpable y quiero redimirme. En alguna ocasión, estoy segura, he utilizado el término chiringuito para referirme a aquellas estructuras de la administración creadas como vía de escape del férreo control legal o cualquier cosa que desprende olor de corruptela. Lo hacen los políticos y lo hacemos los periodistas, pero se nos entiende en cualquier lugar y momento, lo que significa que es ya una asociación de conceptos extendida en el lenguaje más coloquial.

La Federación Andaluza de Empresarios de Playas ha emprendido ahora una campaña de lavado de imagen del chiringuito, negocio principal de esta tierra. Los aludidos “exigen” que la clase política (colectivo considerado el instigador del descrédito) deje de utilizar ese término de forma despectiva para referirse a las irregularidades políticas, empresariales o económicas, a la apropiación indebida, a los enchufes o a las subvenciones abusivas. En definitiva, están hartos del binomio chiringuito-corrupción.

Pocas reivindicaciones son más legítimas y están más cargadas de razón. En un país del que los analistas pronostican que puede llegar a convertirse en primera potencia mundial del turismo (debido al contexto arancelario), en una Andalucía vertebrada por sus costas, sus playas y sus servicios, y en un momento en el que la gastronomía y el buen vivir se han convertido en prioridades, derruir y pisotear el buen nombre de los chiringuitos es un tiro en el pie.

Seguro que los alemanes, ingleses o noruegos que encuentran el paraíso en la tierra cada vez que se sientan a una mesa, con los pies en la arena, bañados por el sol, ante una sangría y un espeto de sardinas, pensarán que los españoles estamos locos de remate cuando, en lugar de hacer homenajes, vinculamos el nombre de ese lugar al trapicheo, la estafa o la corrupción.

Benditos chiringos, desde el más tradicional que nos hace más soportable el agosto, al modelo sofisticado, con buenos manteles y velas para el momento chill de la tarde-noche. ¿Quién no tiene un recuerdo memorable en el chiringuito?

En estos negocios tampoco abundan enchufados de esos que cobran sueldos sin pisar el lugar de trabajo. Miles de empleados derrochan allí sudor y esfuerzo cada temporada turística. Muchas empresas y familias viven del chiringuito, que es cosa seria. No son bares de segunda, sino una variedad necesaria. Así que nada de chufla o desprecio para referirnos a este negocio capital, emblema del verano feliz.

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