Los besaculos de Trump

La Rayuela

Para entender a Donald Trump hay que regresar a la infancia. El presidente norteamericano y su equipo dirigen el país como si el mundo fuera un patio de colegio, con sus “chicos” traviesos que a veces se insultan y se dicen cosas como “imbécil” o “saco de ladrillos”. Y, sobre todo, con ese tipo listo que se arrima a los matones y los tiene de su lado, pero chantajea sin pudor al resto para conseguir que le “besen el culo”. Si hay otro gallito con el que competir, la clave es desafiarlo y mantenerse firme para comprobar quién es el primero que cede. No hay que irse a los libros de economía para entenderlo, es más fácil bajar al parque y observar, si es que allí quedan niños.

Todo esto, que antes podría ser una metáfora, es una realidad que se constata al escuchar el tipo de insultos que el magnate Elon Musk dedica a Peter Navarro, asesor económico de la Casa Blanca. La disculpa de la secretaria de prensa, Karoline Leavitt, estuvo a la altura: “Los chicos son así”.

Si nos quedaba alguna duda de estar en el parvulario, sólo hay que ver y escuchar el discurso de Trump ante sus colegas republicanos, todos vestidos con pajarita y divertidos con las ocurrencias de su presidente, que les contaba cómo los dirigentes del resto de países del mundo le están “besando el culo” para pedirles un trato con el que rebajar los aranceles impuestos. Aquellas carcajadas de la audiencia, fingidas o no, resultan muy preocupantes.

El kissing my ass es tan burdo que acapara los titulares y deja en un segundo plano el contexto. El estadounidense estaba mofándose de aquellos republicanos que le han traicionado al votar en contra de sus medidas y los ponía como ejemplo de por qué no puede ser el Congreso el que asuma las negociaciones con otros países. Porque él es el único que sabe hacer lo que le conviene a su nación y no esos congresistas elegidos por el pueblo. De ahí a eliminar de un plumazo las competencias de este órgano constitucional hay medio minuto.

La refriega de colegiales está poniendo en serios apuros la democracia de ese país y la economía mundial, pero algunos todavía le ríen la gracia. A estos, que son los verdaderos besaculos, no hay que buscarlos sólo entre los asistentes a la cena del Comité Nacional Republicano del Congreso de Estados Unidos. Los hay mucho más cerca, en nuestro propio país, donde hay un partido político como Vox que se mira en el espejo de Trump y tiene millones de simpatizantes que están encantados.

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