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No creo que nadie que lea un periódico desconozca qué ocurrió en España hace 50 años ni necesite un programa con más de cien actos para recordarlo. Sí, como anunció de forma siniestra Arias Navarro, Franco murió en 1975. Justo ese 20 de noviembre que todavía hay quien rememora envalentonado y que hizo que España transitara del blanco y negro al color. Tal vez por eso, por la pegajosa nostalgia, y porque no está tan claro que nuestra historia reciente sea un contenido atractivo para la comunidad de TikTok, tenga sentido el proyecto de “España en libertad” que el presidente del Gobierno inaugura hoy miércoles en el Museo Reina Sofía “para poner en valor la gran transformación vivida en este medio siglo de democracia”. ¿Que no cabe en una columna? Cierto. Pero sí unas pinceladas de fuera que nos ayuden a mirar adentro.
La primera la sitúo en Francia con otra efeméride: el 7 de enero de 2015, hace ahora una década, los hermanos Said y Cherif Kouachi irrumpieron en las oficinas de la revista satírica Charlie Hebdo y abrieron fuego indiscriminadamente. Asesinaron a once personas de la redacción. Su crimen fue desafiar el integrismo del Islam dibujando a Mahoma. Desde la Revolución Francesa, nuestros vecinos galos consagran el “derecho a blasfemar” como parte de su laicidad y su libertad de conciencia. Pero es una heroicidad insólita y con aristas cada vez más complejas. Reporteros sin Fronteras cifran en 69 los países donde la blasfemia sigue siendo un delito, en seis de ellos castigada con la muerte. En España, El Jueves publicó un año después del atentado una portada que ha terminado siendo un icono sobre lo controvertido del debate. ¿Cuál es el límite de la libertad de expresión? ¿Prevalece si puede costar vidas? Su portada era un no-dibujo del Profeta y estas palabras: “Íbamos a dibujar a Mahoma pero nos hemos cagao”.
Dos pinceladas más de actualidad: el todopoderoso Zuckerberg (Meta) va a seguir los pasos de Elon Musk en X y va a suprimir todos los verificadores independientes y profesionales de WhatsApp, Instagram y Facebook (“notas de comunidad” lo llaman). Al otro lado del Atlántico, una de las caricaturistas estrella de The Washington Post, la dibujante sueca Ann Telnaes, acaba de dimitir porque le han censurado una viñeta criticando a un puñado de (intocables) magnates tecnológicos (incluido Jeff Bezos).
La España de hoy ni es la de Franco ni tiene fronteras. ¿Medio siglo de libertades? Igual tenemos que conformarnos con el pragmatismo de El Jueves.
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