Gafas de cerca
Tacho Rufino
Sé lo que piensas
California, ese territorio de los Estados Unidos de Norteamérica que los yanquis arrebataron a los Estados Unidos de México porque sí, arde por los cuatro costados. Como el mundo al comenzar 2025, aunque nosotros sigamos mirándonos el ombligo como si el bienestar que hemos alcanzado no pudiera tener marcha atrás.
En la guerra de 1846-1848, el 11º presidente de los EEUU, James Knox Polk, se hizo con más de la mitad del territorio mexicano, pasando al vecino imperialista de las barras y las estrellas Los Ángeles, San Francisco, toda la Alta California, Texas, Nevada y Utah, así como partes de los actuales estados de Arizona, Colorado, Nuevo México, Wyoming, Oklahoma y Kansas. El 55% del Virreinato de Nueva España, nada menos.
Muy modernos los yanquis, el nuevo estado federado de California se apresuró a prohibir el matrimonio entre personas de distinta raza, permitida en la época española y mexicana. Estos recuerdos me rondan cuando escucho a la interesante nueva presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, exigir disculpas a España por burradas cometidas hace un tiempo.
Mr Polk y sus chicos estuvieron contenidos y suerte tuvieron los descendientes de los aztecas de que les dejasen la Baja California, que de algún sitio habría que sacar a la inmigración a la que explotar y culpar de todos los males patrios.
Decía que, todos los años, ese singular estado progresista en un vasto desierto ultratrumpista, arde a más no poder. Por los cuatro costados. Aunque sea la época húmeda, como toca ahora. Un ejemplo acabado de las políticas neoconservadoras, heredadas del tiempo de la Thatcher y abrazadas con pasión por lo más florido de la reacción europea y norteamericana. Es la banda del delincuente que va a ocupar la Casa Blanca en unos días y de sus impresentables acólitos, como el tipo de los Tesla y los cohetes turísticos para gente podrida de dinero. Que, si a los tiesos no les llega, pues mala suerte. Que hubieran heredado, estudiado, triunfado, traficado o mediado en entornos presidenciales para hacer caja cuando la gente se moría. Como el novio de Ayuso, como el tal Koldo, como el hermano de Ayuso y la ristra de inmorales tan bien vistos por los profetas del negacionismo y de la bajada de impuestos a ultranza. Que el dinero tiene que estar en el bolsillo de los ciudadanos, porque Hacienda, es decir, España, nos roba. Punto de curiosa coincidencia argumental con los hiperventilados del independentismo catalán, que los socialistas han embridado después de las humillantes escenas de Carlos Cerdán en Bruselas ante al innombrable.
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