El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
Las dos orillas
Quizás hemos cambiado de régimen y no nos hemos enterado. Al parecer, hemos pasado de una democracia parlamentaria a una autocracia presidencialista. O será que Pedro Sánchez, en su madurez, cada vez se parece más a Maduro. El objetivo es el mismo: gobernar, sí o sí, con mayoría o sin mayoría. Y hacer lo necesario para seguir en el poder. Entre todo lo que dijo Pedro Sánchez a sus correligionarios del PSOE, hubo un anuncio alarmante: es el de resistir durante toda la legislatura “con o sin apoyo de un poder legislativo que tiene que ser más constructivo y menos restrictivo”.
Esto es inadmisible. Debería ser suficiente para una moción de censura con un candidato que se comprometa a convocar elecciones. Pues España es una democracia parlamentaria, donde el presidente depende de la elección y el apoyo de los diputados. El PSOE, con Pedro Sánchez a la cabeza, no ganó las elecciones generales del 23-J, sino que quedó segundo, detrás del PP. Y el propio Pedro Sánchez presumió de su habilidad, porque hoy no gobierna el candidato del partido más votado en las urnas, sino el que ha conseguido la mayoría parlamentaria. Es decir, que llegó a la presidencia del Gobierno gracias a los apoyos pactados, entre ellos los siete votos de Junts a cambio de la amnistía para Puigdemont.
Por consiguiente, sin estabilidad parlamentaria, no puede seguir de presidente. Su deseo de mantenerse en el poder a toda costa le ha llevado a decir algo repelente, desde un punto de vista estrictamente democrático. Y, además, nos revela que su modelo es el presidencialismo.
El político al que imita Sánchez es Macron, que se aprovecha de la izquierda y la derecha en Francia para mantenerse, sin disponer de mayoría en la Asamblea Nacional. Primero estableció una línea roja contra la ultraderecha de Marine Le Pen y se apoyó en la extrema izquierda de Mélenchon y los socialistas, para impedir que los ultras obtuvieran la mayoría. Pero después, cuando la izquierda le quiso imponer un candidato de los suyos como jefe del Gobierno, Macron, sin rubor, ha pactado con Marine Le Pen para que no apoyen una posible moción de censura y ha colocado como primer ministro a Michel Barnier, un candidato de derecha, partidario de frenar la inmigración. Así Macron seguirá, tras hacerle un tururú a la izquierda y a la derecha.
Pero Francia tiene un régimen presidencialista. España es diferente y no se puede cambiar un régimen por la cara.
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