Camino entre dos aguas

El sol apenas se barruntaba tras la capilla de Europa, aunque lograba impactar con esplendor dorado en la fachada de la Palma. Apenas había palomas a esas horas. Llegué a la bandeja central por la entrada que se abre a la calle Rocha y ante el habitual vacío tempranero, destacaba la figura a contraluz de un hombre de mi edad que hacía unas fotos a la fuente de azulejos regionalistas que pronto cumplirán un siglo de vida. Al acercarme, contemplé que no estaba solo. Alguien más lo acompañaba sentado en los ochavados bancos con escenas del viajero don Quijote. Junto a ellos, dos mochilas oscuras añadían más información a la escena, que se completó cuando vislumbré que de una de ellas pendía una venera compostelana. La bonanza de la luz y la mansedumbre de la atmósfera me animaron a entablar conversación con los únicos ocupantes de la plaza.

Tras una sobria vestimenta de experimentados caminantes, me desvelaron sus identidades: eran José Manuel Carmona Martín y Ángel Luis Martín Criado. El primero nació en Écija y siendo muy niño emigró a las antípodas; allí vivió en Sidney y Canberra, aunque no ha perdido el acento peninsular. Ángel es su cuñado. Originario de Madrid, residió igualmente en la capital de Australia; ahora lo hace en Ugena, en plena llanura de La Sagra toledana.

A cualquier vía le dan sentido los caminantes y estos dos no han iniciado su Camino de Santiago en la plaza Alta de forma casual. Mientras el sol iba ganando espacio por encima de las palmeras, me fueron narrando los motivos que los impulsaron a realizar una de las sendas compostelanas menos concurridas y más apartadas. Todo comenzó como un homenaje a Manuel Carmona Quero, padre de José Manuel, que ahora cumpliría cien años y que en 1962 tuvo que emigrar con su mujer y sus hijos hasta la isla más grande y lejana atravesando mares entonces infinitos. Ángel también compartió el apartamiento de su tierra y ambos sufrieron la enfermedad y la pérdida de seres queridos mientras preparaban con mimo un viaje que han bautizado “entre dos aguas”, como homenaje a los mares surcados, al guitarrista algecireño Paco de Lucía y a la condición geográfica del punto de partida.

Desde las lindes occidentales del Mediterráneo, pasando por Carmona, Écija y Córdoba, tienen previsto arribar a Compostela para no acabar en el Obradoiro, sino en la Estaca de Bares, entorno donde se unen el Atlántico con el Cantábrico: otras aguas y otros mares que dan sentido a un camino que es homenaje a los ascendientes recordados, al éxodo hiperbólico y a la misma existencia.

Fréderic Gros llegó a escribir que caminando se vuelve a experimentar la condición terrenal del hombre. José Manuel y Ángel son capaces con su viaje de trascender lo terreno. ¡Buen camino para ambos!

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