Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Sevilla, su Magna y el ‘after’
Pocos analistas internacionales pudieron prever la rapidez con la que la coalición de grupos opositores al dictador Bashar al Asad tomaron Damasco y expulsaron del poder a quien con mano de hierro había aplastado la revolución iniciada en 2011 en el contexto de la primavera árabe. A posteriori ha sido más fácil encontrar algunas respuestas. Prácticamente todos los expertos coinciden en tres claves que de forma sintética son las siguientes. Primero, la retirada de apoyo ruso, uno de los pilares del mantenimiento de la dictadura, ante la necesidad de utilizar sus recursos militares en la ilegal guerra de Ucrania. Segundo, el desmantelamiento de las capacidades militares de la milicia libanesa chií Hezbola, consecuencia de las actuaciones militares de Israel en el Líbano y, en tercer lugar, el debilitamiento de la posición internacional de Irán que no ha querido entrar en una confrontación a gran escala con Israel pero que ha sufrido ataques directos tanto al país como a sus aliados.
A mí, particularmente, me ha sorprendo cómo algunos medios de comunicación occidentales han abordado esta situación presentando un escenario simplista y casi idílico de recuperación de Siria utilizando esquemas de funcionamiento occidentales que nos indicaban, ni más ni menos, que se avecinaba un futuro democrático para el país, con unas elecciones libres y una futura constitución democrática con participación de todos los actores involucrados. En mi opinión, la realidad es mucho más compleja y estamos muy lejos de una salida como la descrita. Fuertes intereses y factores internos y externos van en otra dirección. En primer lugar, el contexto geopolítico con las guerras en Líbano y en los territorios ocupados palestinos, particularmente Gaza donde según muchos observadores se está cometiendo un genocidio proyectará muchas sombras sobre la recuperación siria. La intervención directa de Israel en los últimos días es una clara señal. Por otra parte, la coalición ganadora ha tenido un elemento en común: derrocar al dictador, pero pronto van a surgir las diferencias entre grupos enfrentados entre sí y con profundas diferencias religiosas, políticas y étnicas. No olvidemos que la cabeza visible del derrocamiento de Al Asad, Mohamed al Jawani, líder de la Organización para la Liberación del Levante, proviene de un grupúsculo de Al Qaeda y sigue siendo calificado por varios estados como terrorista islámico. En la región se proyectan además otros intereses ya sea de turcos, kurdos, iraquíes y, por supuesto, de Estados Unidos con presencia militar en la zona y de Rusia con sus bases navales y aéreas en Siria y que hará todo lo posible por conservar.
En este contexto, los rápidos movimientos en Europa para reducir el derecho de asilo de los sirios me parecen prematuros y preocupantes.
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