‘¡Al carrer!’

No ha tenido que llegar el moro a Cataluña para que las Españas se caigan del guindo y se den cuenta de que el nacionalismo es racista. Al andaluz guapetón de ojos azules o al extremeño catoliquísimo que se besa el rosario quince veces, este separatismo también ha tenido siempre a bien pegarle con la guitarra en la cabeza o con la pata de jamón en el trasero y gritarle: “¡Al carrer!”. A mí que se llame Junts o Esquerra lo mismo me da. Uno querrá bajar impuestos y favorecer sin ambages la inversión privada; otro, rasgarle los bolsillos a las grandes fortunas y redistribuir la riqueza. Ambos, en cualquier caso, exudan un supremacismo que no distingue entre Mohameds y Cristos.

Que la izquierda republicana ondee la bandera de los derechos sociales poco importa cuando culpa al africano de los altos índices de fracaso escolar. Que la derecha independentista le dé un espaldarazo al autónomo es insignificante si condena al inmigrante a recibir altas dosis de autonomía… fuera de Cataluña. Si el Congreso no dice lo contrario, gracias este cínico PSOE Junts estará más cerca de conseguir aquello que tanto anhelaba: dejar de repartir carnés de catalanidad en tribunas y hacerlo ya, proposición de ley mediante, en la más pura y anhelada oficialidad.

Hay en el acuerdo entre ambos frases destacadísimas que, de utilizarlas otros, se nos llenan los madriles de carteles de Ramón Puyol y las ondas, de la voz estruendosa de La Pasionaria. “El 18% de la población catalana tiene nacionalidad extranjera y un 24% ha nacido fuera de Cataluña”. Vale. “Con esta ley Catalunya podrá dar respuesta con capacidades suficientes a la necesaria plena integración en el país, incluida la integración lingüística”. ¡Ay, el saludo romano! Y Puigdemont: “Sin integración no hay nación”. No sé, a mí esto me suena a moro que va a tener que comprarse el Workbook de catalán para que le dejen vivir en la tierra, pero también a marroquinero de Ubrique que quiere exportar su arte por la Costa Brava y le van a meter el ceceo por el orto.

Hay algo cierto: la inmigración irregular y descontrolada es un problema. Pero hay algo que todavía lo es más: el PSOE, aferrado a los hilillos del poder, no tiene inconveniente en tomar la primera medida contra la inmigración en años subyugándose a la acción de un partido racista. Bien es cierto que si mira a su izquierda solo encuentra buenismo y si lo hace a su derecha, una oposición llena de iluminados que un día se levantan y piensan que es buena idea decir que hay que sacar a la Armada a surcar el océano para evitar la llegada de cayucos. Falta seriedad en el debate sobre la inmigración. Existen los puntos medios entre quienes tachan de racista a los que simplemente mentan el problema y aquellos que lo son. Pero hoy parece que la recompensa política no le llega a quien intenta hallar las soluciones en las medianías.

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