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Ignacio F. Garmendia
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Regino Martínez Basso fue un violinista y compositor español del siglo XIX muy célebre en su tiempo, inspirador de una generación de reputados músicos que lo llamaban maestro. Regino Martínez fue algecireño y Algeciras dio su nombre a la calle en la que nació, en la que por las noches se oía el “violín mágico” de un hombre que había sido “tocado de los dioses”, según recordó Cristóbal Delgado en un artículo en Europa Sur de 2011.
En Algeciras, sin embargo, poca gente conoce a Regino Martínez. Por quitarle, le han quitado hasta el privilegio de trascender como titular de una de las principales vías de la ciudad. Porque nadie llama a la calle Regino Martínez así, si no Ancha, que aquí es el pueblo el que da nombre al callejero y no los ayuntamientos por mucha justificación que tengan.
El violinista hizo carrera en Málaga y Madrid, pero la muerte de su compañera y de un hermano hizo que volviera a Algeciras, a la casa del número 31, para cuidar de su madre. En los brazos de ella murió el día 27 de enero de 1901. El lugar debería tener por tanto un enorme valor sentimental para la ciudad, si alguien supiera cuál fue la talla del enorme músico que se formó allí.
El valor histórico y el arquitectónico de la casa, que es distinto, está por ver. Si tuviera alguno, ya le habrían concedido alguna protección, lo que habría otorgado a las distintas administraciones el instrumento para evitar que se convirtiera en un inmueble en ruinas. Pero tal cosa jamas ha sucedido. Y Regino murió hace 123 años, es decir, que nadie puede alegar falta de tiempo.
Los descendientes del músico han puesto ahora la vivienda a la venta. Es probable que sea adquirida por una promotora que la derribe para construir un edificio nuevo. No entiendo cuál es el problema. El dinero que habría que invertir en restaurar un inmueble cuyo único valor es sentimental podría gastarse en enseñar, sobre todo a los más jóvenes algecireños, quién fue su paisano. En explicar su obra, cómo lo admiraban los grandes músicos de su tiempo. Cuánto lo querían sus paisanos. En ponerle una estatua, qué se yo, llámenme loco, en dotar al conservatorio Paco de Lucía de un edificio en condiciones que no tiene desde hace también un porrón de años.
Esto convencido de que Regino Martínez, que dicen que soñaba con fundar en su ciudad un conservatorio como el que había puesto en marcha en Málaga, lo hubiera querido así.
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