Andar y contar
Alejandro Tobalina
Rutina
Hace unos cuantos días disfruté junto a mi familia de una muy agradable cena en la terraza de El Vagón, en plena Plaza Alta algecireña. La excelente comida, la atención del joven personal y el encanto del lugar al pie de la iluminada torre de la Iglesia de La Palma convierten al negocio, sin duda, en una de las referencias actuales de la gastronomía local. Que me perdone la dirección del periódico la publicidad y también el resto de los magníficos hosteleros de la ciudad.
Eso sí, es una verdadera pena que sea el único restaurante en tan emblemático lugar, que seguro se llenaría de vida a primeras horas de la noche si la oferta de ocio culinario fuese mayor.
En tan maravilloso ambiente, y casi al final de la velada, apareció en la terraza una patrulla de la Policía Local a contar exhaustivamente las mesas y sillas que tenía dispuestas el negocio. Por supuesto, cumpliendo órdenes y puedo deducir que sin comprenderla.
Supongo que vigilar la ocupación del suelo público en una desértica plaza principal de la ciudad es una medida que algún lumbreras político (con sueldazo garantizado) impone; alguien que quizás prefiere que no haya un metro cuadrado de sucias y rotas baldosas ocupadas sin autorización a que exista un magnífico ambiente en el centro de Algeciras. O que el restaurador en cuestión cree más empleo al poder atender a una mayor clientela.
Se podría decir, bueno, que el negocio en cuestión pague más tasas de ocupación por la instalación de los veladores. Y así todos contentos. Pero no, se ha de limitar en principio a su reducido frente de fachada y, por tanto, por mucho que quiera pagar más ocupación de suelo tampoco se le deja.
Otra muestra más de la soviética burocracia local, que más que ayudar al emprendedor pretende hundirlo. Y eso que en este caso los locales colindantes o están vacíos o sin uso alguno por la noche.
Al parecer, esta medida de inspección férrea de los veladores la sufren muchos establecimientos del centro de la ciudad. Quizás se entienda que no haya más valientes que se atrevan a emprender en esta ciudad cuando se padecen estas cosas.
Si existe alguna preocupación en el gobierno local por la cuestión, desde luego la medida no es mandar a la Policía que alarma y agrava la nimia importancia del tema. Lo adecuado sería informar a los negocios a través de otros cauces y, sobre todo, reformar la normativa local y la gestión administrativa para ayudar a que el empresario obtenga los permisos de manera más ágil y sin tantas limitaciones que, como en este caso, en una plaza absolutamente vacía se vuelven absurdas. Salvo que se quiera que la decadencia de la ciudad siga avanzando mientras que la población emigra para su ocio a Sotogrande u otros lugares. Es lo que parece.
También te puede interesar
Andar y contar
Alejandro Tobalina
Rutina
En tránsito
Eduardo Jordá
Linternas de calabaza
Por montera
Mariló Montero
Los tickets
El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto