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David Fernández
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Alhaurín el Grande, en Málaga, tiene una Semana Santa singular. Están divididos entre el verde o el morado, uno de esos colores les marca para toda su vida.
Parece que dos colores está dividiendo los corazones de La Atunara. ¿Solo de La Atunara? He leído comentarios de feligreses de San Bernardo y de la Inmaculada opinando. Pero, ¿solo de La Línea? También he leído a algunos seguidores de uno de estos colores de Los Barrios, de Algeciras, de Tarifa, Málaga o El Puerto de Santa María. Todo ello por el pintado de la parroquia del Carmen.
Me alegro de que se hable de la parroquia después de tantos años de olvido y de abandono. Este edificio es más que una parroquia. Y, por supuesto, para gustos “los colores”. Podríamos realizar una tesis hablando de las tonalidades del verde: oliva, esperanza, albahaca, aguamarina, lima… Que con educación se discrepe es enriquecedor, lo malo es cuando se miente.
El edificio del Carmen, que fue una salazón de pescado, como casi todos los edificios de la barriada, estaba pintado de blanco. La cal era el elemento que más se usaba para purificar y limpiar. Cuando se le cambia la techumbre de uralita por la actual de cemento y tejas, las columnas de la falsa bóveda se pintan de marrón, lo mismo se hace con las vigas de la techumbre interior, creando una impresión de que eran de madera.
La plaza de la Iglesia del Carmen se encontraba cerrada por una pequeña muralla que la defendía de la subida del agua los días de temporales. Al inicio de la democracia, por desgracia, se toma la decisión de eliminar esa muralla con el pretexto de realizar un paseo marítimo. Lo único que se consiguió, aparte de que se inundara la parroquia varias veces, era tener una zona de juego. Los balonazos dejaban la fachada como un traje de gitana, por ello se decidió pintar un zócalo de más de un metro de un feo gris. Sin embargo, una de las primeras cosas que realiza la recién creada Cofradía de Pescadores, capitaneada por Juan Seliva y su primo Antonio, es pintar la parroquia con “los colores del Carmen”. Desde esos lejanos años, para las fiestas del Carmen, la Cofradía la pintaba, y después lo hacía el Ayuntamiento siendo su alcalde Salvador Pagán. Solo se pintó de celeste cuando el Ayuntamiento celebró su 150 aniversario. Esto es historia.
Aquí no hablamos de gustos, sino de historia y tradición. Cuando miro la parroquia con el “color del Carmen” no me acuerdo solo de la Virgen, sino de todos esos vecinos, encabezados por Juan Seliva, Alberto Merino o Isabel Espada que peleaban por el barrio, por los pescadores, incluso trayendo el rancho del ejército para quitar el hambre.
El tema de “las amenazas” y de los falsos perfiles lo dejo para otro día.
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