Cuento de Navidad

17 de diciembre 2024 - 03:05

La caída del dictador sirio ha avivado el argumentario de las fuerzas que abogan por la devolución de los migrantes llegados en calidad de refugiados. De nada sirve que la mayor apologeta para la acogida de sirios fuese la conservadora Angela Merkel, el máximo referente europeo contemporáneo para liberales y conservadores. Además, defienden la medida estando por ver si la nueva Siria será una república moderada o un calco de la región de Idlib, donde los rebeldes han cometido también delitos contra los derechos humanos.

El foco está ahí pero nadie pregunta realmente a los migrantes que ya forman parte de nuestra sociedad qué quieren. Mi abuelo Andrés se trasladó en la década de los 60-70 a Hanóver (Alemania) para trabajar junto a italianos y griegos en su industria. La calidad de vida, el empleo y la democracia hicieron que quisiera permanecer por siempre, aunque mi abuela lo impidió. Caso similar ocurrió con su vecina, Carmen, que quiso quedarse en París. A veces se nos olvida que los migrantes, da igual su origen, tienen derechos y pueden seguir con la vida que gracias a nuestras sociedades han logrado construir. Esa “calidad de vida” que es un empleo, sanidad, días libres, un supermercado, no morir yendo al colegio… Algo que damos demasiado por sentado.

España es un caso peculiar porque parece haber olvidado que durante mucho tiempo ha sido un país que no era receptor de migrantes. Fuimos a países como Túnez, Argelia o México, que recientemente ha homenajeado en el Festival Internacional del Libro de Guadalajara (México) a los españoles que necesitaron ser acogidos a causa de la Guerra Civil. Hoy resaltamos el valor que aportaron esas personas a las sociedades de acogida, entonces, ¿Por qué abunda esta amnesia colectiva? ¿De dónde sale este desdén por los seres humanos?

Es irónico que sea en estas fechas navideñas cuando los mayores adalides de la patria exclamen pidiendo la devolución de personas, vecinos, amigos, compañeros, alumnos, niños, etc. Una situación muy propia de la famosa novela de Charles Dickens, a decir verdad. El poeta turco Nazim Hikmet recomendaba no vivir en la tierra como un inquilino y además decía que no hay nada más terrible que la indiferencia y escribía así: “siente la tristeza de la rama que se seca; del planeta que se extingue; del animal inválido; pero siente ante todo la tristeza del hombre”.

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