
En tránsito
Eduardo Jordá
Un carrerón
Cuenta Emmanuel Carrère en El adversario que el penúltimo día del juicio contra Jean-Claude Romand, el francés que durante toda su vida mintió a su familia y amigos haciéndoles creer que era un médico prestigiosísimo de la OMS en Ginebra y acabó asesinando a sus padres, sus dos hijos pequeños y su mujer, cenó con un grupo de periodistas entre los que se encontraba una mujer llamada Martine Servandoni. La reportera le soltó: “Debe de estar encantado de que escribas un libro sobre él, ¿verdad? En el fondo ha hecho bien matando a su familia, todas sus plegarias han sido atendidas. Se habla de él, aparece en la tele, van a escribir su biografía y su historial de canonización va por buen camino”.
El adversario, que no es canonización, sino retrato extraordinario de un tipo al que se le coge mucho asco y miedo, es hoy un libro imprescindible del que se sale con mucho escalofrío. Carrère anota esa conversación con la periodista porque intuye lo que ocurrirá cuando lo publique: muchos creerán que es un cabrón por escribir sobre un cabrón incluso antes de que lean lo que ha escrito sobre ese cabrón. Uno no piensa por ahora que El odio, el libro escrito por Luisgé Martín tras años de conversaciones con José Bretón, vaya a convertirse en imprescindible. Uno entiende que la exmujer del asesino y madre de los asesinados haya pedido en un gesto de indignación la paralización de su publicación, pero uno no entendería que un juez decidiese secuestrar el libro a no ser que el autor, que durante el proceso de escritura ha podido tener más o menos consideración con la familia, no haya sabido confrontar a Bretón y mancillase el honor de los pequeños. En las Españas hay una expresión muy manida entre aquellos que presumen de la virtud de la anticipación: “Dar voz a”. Como a Carrère, a Martín los puritanos también le están llamando ahora cabrón por “dar voz a un asesino”. También insultaron a Évole antes de que se estrenase su entrevista a Josu Ternera y las Españas, felizmente, confirmaron que detrás del líder más simbólico de ETA se escondía un tipo vulgar, flemático, incapaz de defender sus ideas y de encadenar dos frases seguidas sin titubear. De haberse producido hoy, seguramente también habrían insultado a Chaves Nogales por ir a la Alemania nazi a entrevistar a Goebbels. Y quién sabe, puede a la editorial Arzalia también la moliera a palos alguno que otro por publicar Yo, comandante de Auschwitz (prologado por Primo Levi), de Rudolf Hoss, un bodriazo autoexculpatorio que no cuela.
De personajes despreciables está llena la historia de la humanidad. También de aquellos que ahondaron en sus mentes y dieron testimonio de su existencia. Demostrando honestidad y haciendo las preguntas adecuadas no se da voz a nadie y el valor periodístico y literario de la obra existe. De Luisgé Martín no podremos decir que es, con perdón, un cabrón hasta que comprobemos si ha estado a la altura de la empresa.
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