Andar y contar
Alejandro Tobalina
Rutina
Una vez más, en las recientes elecciones municipales del 28 de mayo, el partido más votado ha sido la abstención, con un porcentaje que ronda el 36%. Esto significa que muchas alcaldías, que han tenido un respaldo importante, en realidad apenas han recibido el 25/30% del apoyo de la población con derecho a voto y desde esas minorías gobiernan para todos.
Esto me preocupa sobremanera y considero que debería intentarse recuperar para la democracia a ese colectivo que se inhibe de participar. Yo, nacida y crecida en la dictadura, no pude acceder al voto hasta los 21 años, lo que me impidió hacerlo para la Constitución. Quizá por eso soy defensora acérrima de ejercer lo que considero que no sólo es un derecho, sino casi un deber. La ciudadanía es también una responsabilidad.
Sin embargo, entiendo que haya gente que considere muy pobre depositar una papeleta en una urna cada 4 años, entregando un cheque en blanco, o que no se vea reflejada en ninguna de las formaciones que se presentan. Por eso, avanzar en la participación podría ser una buena decisión, por ejemplo, adoptando sistemas como las listas abiertas para conformar los ayuntamientos. De esta forma se superaría el rechazo y la desconfianza que algunas personas sienten hacia las siglas y los partidos y se daría el apoyo a las personas concretas. A esas vecinas y vecinos de quienes se conocen sus valores, su eficacia, su entrega, su honradez. Algo que ya hacemos a la hora de elegir a quienes integran el Senado.
Otros países, como Estados Unidos, aprovechan las elecciones para realizar consultas populares y conocer la posición de la gente sobre temas diversos. Es algo sencillo, junto a los votos hay otras papeletas para elegir soluciones a los problemas comunes. De esta forma, se le otorga a la gente la sensación de que su opinión cuenta, que pueden implicarse en la definición del presente y, desde luego, dan seguridad a la clase dirigente a la hora de aprobar leyes y adoptar determinadas políticas. Algo parecido lo utilizan algunos ayuntamientos -los presupuestos participativos- que son una herramienta mediante la cual la ciudadanía puede proponer y decidir sobre el destino de parte de los recursos municipales. Es el caso de Casares.
Bien es sabido que gobernar no es un camino libre de obstáculos ya que hay directrices europeas, acuerdos y pactos entre partidos, presiones desde los grupos de poder y todo lo que se encuadra dentro de lo que conocemos como sistema. Precisamente por eso, la clase política no debería temer una mayor presencia de la población en la toma de decisiones y en el diseño de la sociedad que desea.
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