Editorial
Rey, hombre de Estado y sentido común
Prometo que cuando vi la mesa de lejos, entre que era la hora del desayuno y que uno está perdiendo la vista, me pareció un caterin. Conforme me acerqué, no es un chiste aunque lo parezca, los cruasanes se transformaron en pistolas y lo que parecía un bizcocho de chocolate resultó ser un rifle con mira telescópica y silenciador. No había café ni leche, pero sí navajas, cuchillos y catanas de varios tamaños, además de munición como para empezar una guerra.
Sobre la madera, en una sala de la Comisaría de la Policía Nacional de Algeciras, se encontraba el arsenal que aquellas mujeres y hombres habían intervenido durante dos días de tiroteos en el barrio de La Bajadilla. Habían tenido que enfrentarse a dos bandas narcotraficantes que litigaban por hacerse con el control del barrio, como si se tratara del guion de una película de Hollywood que nadie en Algeciras querría ver.
Algunos se atrincheraron en una vivienda, pertrechados con sus armas, mientras un negociador policial intentaba convencerlos de que salieran con los brazos en alto.
Obviamente, contra esta gente que ensucia este barrio y otros muchos de la ciudad, no cabe más que acciones como la que la Policía Nacional explicó en el día de Los Ángeles Custodios. No hay otro modo de defender a los ciudadanos que no tienen escopetas debajo del colchón, que son la inmensa mayoría en ese y en todas las barriadas de esta y de otras ciudades.
Desde que en 2018 se puso en marcha el Plan Especial de Seguridad para combatir el resultado de una carencia no cubierta por el propio sistema (que no se olvide) han sido muchos los grupos de narcotraficantes a los que les ha dolido la cabeza. El principio de autoridad no tardó en volver y día sí y día también se llevan a cabo operaciones como resultado de largas investigaciones policiales para reprimir sus actividades delictivas. Eso hay que celebrarlo, pero obviamente no es suficiente. En Algeciras y en todo el Campo de Gibraltar hacen falta medidas -de formación y de disminución del desempleo, sobre todo- para que cada vez más jóvenes decidan no tomar el camino torcido que conduce, inevitablemente, a Botafuegos.
El Plan Especial de Seguridad del Campo de Gibraltar tardó demasiado tiempo en llegar. Esperemos que el resto de acciones necesarias para combatir la cultura del narcotráfico no siga demorándose. O quizás cuando llegue ya sea demasiado tarde.
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