¿Y después qué?

11 de julio 2024 - 03:07

Se ha firmado recientemente un acuerdo para renovar el poder judicial. Este hecho nos debe llenar de tranquilidad y puede ser el comienzo de un camino ausente de confrontaciones para empezar a creer en la política como un medio de alcanzar el consenso entre opiniones diferentes donde el respeto, la educación y la tolerancia sean moneda de intercambio para llegar a entenderse, pensando solamente en el bien común de la sociedad. Porque al fin y al cabo la política debe de ser concebida como un trámite de consenso para llegar a soluciones, pero siempre pensando en la igualdad y el bien común entre los ciudadanos que forman una nación, superando adversidades y tiempos difíciles, pero nunca menospreciado a unos ciudadanos para favorecer a otros.

El principio de igualdad entre los miembros de un estado debe de ser el fin primordial y último de las formaciones políticas que conforman un estado democrático.

El bien común es el principio que debe regir cualquier alternativa de partido. Si un partido político sólo piensa en un sector de la población, entonces sus actuaciones difieren del bien común y como consecuencia no representa el fin primero y último por el que se piensa que debe de ser constituido.

Así pues y desde esta perspectiva se ha actuado con el fin de conformar un bien común para nuestra sociedad, haciendo que se renueve el poder judicial.

La justicia es esa parte tan importante, que de forma independiente nos ofrece la mejor solución ante cualquier disyuntiva. La justicia es la garantía de nuestra seguridad ante cualquier infracción que se pudiera cometer. Siempre debe actuar de forma imparcial. Con la justicia avanzamos para vernos respaldados ante cualquier tipo de actuación que pudiera dañar nuestra convivencia.

Demos pues un voto de confianza a los políticos y si no acudamos al representante de la Unión Europea. Así pues si alguien no cumple con lo firmado, se recurrirá al intermediario, quien puede que nos saque los colores y nos recrimine que no podemos actuar como cualquier país bananero, que sedecía en otro tiempo. Hoy y para nuestra tristeza se le pone nombre propio a este país ausente de democracia auténtica, donde impera una democracia dictatorial, con pronunciados tintes autoritarios, y donde la justicia está secuestrada. Pongamos que la primera letra de este país empieza por V y lleva detrás a otros países que siguen sus pasos.

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