La deuda con Vargas Llosa

¡Oh, Fabio!

En estos días de luto por la muerte Mario Vargas Llosa ha sido patético el intento de algunos articulistas de desligar la dimensión literaria del escritor de su pasión política. Cualquiera que conozca mínimamente la vida y obra del hispanoperuano sabe hasta qué punto esto es imposible. No se pueden comprender la mayoría de las principales obras de Vargas Llosa (Los jefes, Conversación en La Catedral, Historia de Mayta o La fiesta del Chivo...) sin su obsesión política, casi tan fuerte como su pulsión narrativa. Si sus amigos de juventud de la Universidad San Marcos lo apodaron el sartrecillo valiente se debió, precisamente, a su fascinación por Sartre, el gran profeta del “compromiso político”, al que siempre guardó una pública admiración (que ya son ganas), pese a que escogiese un camino ideológico diametralmente diferente.

Exceptuando un brevísimo sarampión de juventud comunista y un posterior y más difuso progresismo izquierdoso que acabó con el caso Padilla, Mario Vargas Llosa fue un liberal en el más estricto sentido de la palabra. Creía fundamentalmente en las libertades políticas y económicas (ojo, esto segundo es muy importante), como si hubiese sido educado en la más elitista de las universidades anglosajonas (me refiero a las de antes, cuando todavía no habían sido atacadas por la carcoma woke). Si algo le desagradaba especialmente de su natal Perú (país al que amó intensamente) era la fatal tendencia de sus líderes hacia el autoritarismo político y el populismo económico. Fue un apasionado defensor de la iniciativa privada frente a ese gran Leviatán en el que se han convertido los Estados contemporáneos. Pocos escritores han analizado tanto la política y, sobre todo, muy pocos han dado el paso de ponerse al frente de una candidatura para presidir su país (ahora mismo solo me viene a la cabeza Václav Havel).

De la pasión política de Vargas Llosa bien sabemos los españoles. Su compromiso con la Constitución, las libertades y la unidad del reino (del que es merecidísimo marqués) quedó claro tanto en su valiente apoyo a los resistentes vascos que aguantaron el plomo de ETA y el veneno del PNV, como en su destacada participación en la gran manifestación de Barcelona en 2017 para frenar el procés. Fueron días angustiosos, pero cuando vimos al admirado y reconocido don Mario pronunciar su histórico discurso supimos que habíamos ganado la batalla internacional. España siempre estará en deuda con él.

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