Devenir

27 de agosto 2024 - 03:06

Hace muchísimos siglos, tantos como los que van desde el V a.c., un sabio de Éfeso, el presocrático Heráclito, formuló su tesis del devenir, Panta Rei, “Todo fluye”; la naturaleza de la Vida es el cambio. Nadie se baña dos veces en las mismas aguas de un río. Por mucho que se parezcan los sucesos y las personas que ahora habitamos la Tierra, nada es igual.

¿Por qué ahora me ha venido con tanta fuerza esta idea que me acompaña desde que la estudié? Pues porque toda la comunicación que se nos transmite a través de la voz o el género literario está atravesada por una ola en la que se afirma cómo lo genético, lo que se hereda es tan fuerte que los seres humanos somos el producto casi exclusivo de lo que llevamos escrito en nuestra cadena de ADN. Y hay un malditismo detrás de estas informaciones que van en contra de ese cambio, de ese devenir. ¿Que usted se ha puesto enfermo? ¡Pues claro, su microbiota está siendo atacada con lo que come a diario! Es usted el culpable de su intoxicación, y de la pereza y desidia que sus genes atesoran en su memoria. Y ahí salen demiurgos que tratan de liarte, por un módico precio, para hacer un cursito que, siguiendo dogmáticamente podrá curarte ¿No hace deporte? ¿Ninguno? Está usted condenado. Muérase sano, por favor. Porque ahí sí que aciertan, como los cinéfilos saben, la Vida es la única película en dónde todos los protagonistas mueren al final.

Cuando hice el CAP, un magnífico profesor López Arenas nos hizo una pregunta, ¿las personas nacen o se hacen? Es decir, ¿pesa en nosotros más la carga genética o la ambientalista para llegar a ser lo que somos? En ese año del 82, de 50 alumnos casi la totalidad se decantó por la opción del contexto. Ahora parece ser que está de moda el genetismo.

Sin caer en la Ley del Péndulo y pasarme al peso de la herencia, mi propia experiencia, y sobre todo algunos ensayos de estudiosos tan inmensos como J.L. Arzuaga, director paleontólogo de Atapuerca o el historiador y sociólogo Harari, israelí horrorizado por las acciones de su Estado, con un ensayo de lo mejor de la última década, Sapiens, me han hecho recapacitar en la importancia de lo que traemos cuando nacemos, pero si es cierto que la persona es temperamento ( lo que se hereda) y carácter lo que se va aprendiendo hasta cierta edad (o toda la vida), hay que recordar que no sólo es aptitud, sino en buena parte actitud.

Por todo ello, si están ustedes preocupados por los despistes, la incipiente diabetes, su propensión a engordar, o a ser muy pesados en algunas cuestiones, recuerden que no son los únicos responsables, que no es tan grave y que al Campo de las Amapolas nadie se lleva nada.

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