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Hoy, 20 de marzo, es un día con un significado especial, aunque pasa normalmente desapercibido. La Asamblea General de la ONU decretó en la Resolución 66/281 de 2012 que el 20 de marzo se celebrase el Día Internacional de la Felicidad para reconocer la relevancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos y la importancia de su inclusión en las políticas de gobierno. La citada resolución reconoce, además, la necesidad de que se aplique al crecimiento económico un enfoque más inclusivo, equitativo y equilibrado, que promueva el desarrollo sostenible, la erradicación de la pobreza, la felicidad y el bienestar de todos los pueblos.
Indudablemente son conceptos que nos hacen pensar y que requieren una cierta reflexión en tiempos turbulentos. Es complicado pensar sobre felicidad es un mundo que se desgarra con múltiples conflictos abiertos simultáneamente, con guerras que asolan prácticamente todos los continentes y en el que grandes estados aspiran a ejercer la fuerza bruta en defensa de sus intereses sin consideraciones ni límites basados en reglas comunes.
Es difícil escribir hoy sobre felicidad cuando en las páginas de este mismo periódico se publica la noticia de que Israel ha roto unilateralmente la tregua pactada en Gaza matando más de cuatrocientas personas en un día, muchas de ellas mujeres y niños, para desactivar una crisis política en su gobierno y apuntalar la supervivencia política de Netanyahu. Es difícil escribir sobre felicidad cuando Putin y Trump se ponen de acuerdo en cómo forzar la rendición de Ucrania mediante unas teóricas conversaciones sobre paz. Es difícil hablar de felicidad cuando el este del Congo se desgarra en una cruenta guerra por el control de los recursos minerales y si siguiera mencionando los conflictos que desgarran el castigado planeta en la actualidad no podría terminar esta columna.
Pero a pesar de lo difícil que es, creo que es necesario recordar su sentido. Frente a la avaricia como motor de los intereses políticos (junto a la ignorancia y el fanatismo) como hemos visto en Estados Unidos y es modelo a seguir en otras partes, la ONU nos orienta sobre otra forma de gestionar el crecimiento económico.
Bután fue el primer país que puso sobre la mesa la necesidad de revisar los paradigmas de crecimiento y de gestión pública. Conceptos como Producto Interior Bruto podían ser sometidos a revisión y este país propuso utilizar un nuevo referente: la Felicidad Nacional Bruta. Es cierto que este esquema está lejos de ser implementado, pero el día de hoy nos recuerda la necesidad de incorporar la defensa de los derechos humanos y las dimensiones de bienestar y medio ambiente en las agendas políticas.
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