Andar y contar
Alejandro Tobalina
Rutina
En blanco y negro
El pasado domingo se cumplieron 42 años de la apertura de la frontera que separa La Línea de Gibraltar. ¡Cuarenta y dos años! No me atrevo a escribir el topicazo ése de que parece que fue ayer, pero la verdad es que sorprende que haya pasado tanto tiempo. Asombra tanto como la sensación de que por algún motivo que se nos escapa a la gente de aquí (es un decir), haya personas a la que casi le molesta todo lo bueno que eso supuso para nuestra gente. Muchos de esos son los mismos que ahora no son capaces de hallar un punto de encuentro en las negociaciones post-Brexit.
La Línea celebró aquel día como lo que fue, un hito. La avenida 20 de abril (cuyo nombre ahí sigue, aunque en realidad no signifique nada) estaba hasta las trancas. Área, que por entonces era el único periódico de la comarca, lanzó una edición especial y había tortas por comprar un ejemplar para guardarlo como recuerdo. Doy fe de que alguno, muy maltrecho eso sí, sobrevive en algún arcón.
Aquel día suponía el fin de los gritos entre familiares a uno y otro lado de la Verja para saludarse. Ya no volvió a ser necesario elevar con los brazos a los recién nacidos para que los abuelos lo viesen (eso sí que es un decir). Ni habría que llamar a Radio Gibraltar casi a escondidas –porque no costaba barato– para que Norma Delgado dedicase en la sobremesa una canción a un recién casado, un cumpleañero o un chiquillo que iba a hacer la Comunión. Todo eso pasaba a mejor vida, sencillamente porque desde el día siguiente ya nos podíamos ver cara a cara gibraltareños y linenses, que me moriré con el convencimiento de que formamos parte de un todo. Aunque esa creencia no sea muy popular.
En estos 42 años Gibraltar se ha convertido en la factoría por excelencia de La Línea. Que sí, que también llega gente de otros pueblos, pero sobre todo de La Línea. Con el beneficio que supone para decenas de empresas que factura en territorio llanito gran parte de su producción. Con las decenas de limpiadoras y cuidadoras de ancianos/enfermos (utilizo el femenino porque casi todas son mujeres) cuyas familias pueden echarle carne al puchero por esa ayudita. Y también, aunque no está bonito escribirlo, por los que trapichean con las viagras y con el tabaquillo. Y me refiero al que pasa el cartoncito, no al que ha hecho de eso un negocio miserable.
Cuarenta y dos años –también de precios elevados en La Línea por culpa de la libra– llenos de recuerdos, de matrimonios mixtos, de domingos rocieros petados de gibraltareños disfrutando como los primeros. De futbolistas que llegaron del otro lado de la frontera para agrandar aún más la historia de la Balompédica (Colin Ramírez, Joseph Chipolina, Liam Walker…). Y aún se pregunta algún lumbreras por qué los linenses no ocupamos nuestro tiempo en debatir sobre banderas.
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