Jaime Batlle

Nunca ha sido diferente en la historia

Tribuna libre

Vivimos una época de transición en Europa, orientados a un escenario de escaso peso geopolítico-económico, con dos tenazas como espadas de Damocles, de efectos letales: la amenaza rusa y la inmigración

Un edificio bombardeado en la ciudad ucraniana de Kiev.
Un edificio bombardeado en la ciudad ucraniana de Kiev. / Sergey Dolzhenko / Efe

21 de marzo 2024 - 12:30

Es en exceso preocupante escuchar a Putin y lo es, especialmente, cuando se refiere a "occidente", como "el otro", pues como es bien sabido y escuché hace mucho tiempo, "el principio de la guerra está en la diferenciación a través del lenguaje, entre el nosotros y los otros".

Que Europa tiene un muy serio problema, es algo evidente. En septiembre de 2016, en Europa Sur, escribí una tribuna -"El tablero geopolítico se mueve"-, en el que decía que los dos países a lo que había que prestar atención, ante posibles focos de conflicto, serian Ucrania y Turquía. En el caso de Ucrania, por la tibieza de Europa ante la anexión rusa de Crimea. En el caso de Turquía, porque la segunda tenaza que amenaza a Europa es la inmigración.

Tanto la presión de Rusia, ahora ya descaradamente bélica, como la inmigración, son dos amenazas combinadas de efectos letales para Europa, pero para que ambas se consumen y alcancen sus objetivos, debe darse, en primer lugar, un cambio de paradigma económico. En ese escenario, cabe señalar la ventaja estratégica que está consolidando Rusia en la guerra de Ucrania, a través del factor tiempo, que juega a su favor, pues uno de sus objetivos estratégicos es socavar y perjudicar la economía europea, que le dará la llave para consolidar su verdadero objetivo: reconstruir todo lo posible, el antiguo imperio de la URSS.

Rusia ha conseguido sortear las sanciones económicas, porque se sirve de sus potentes aliados China e India, que le compran sus hidrocarburos, al igual que algunos países de la antigua influencia soviética, de los que se provee sin mayor problema. Además, ha implantado en el país una economía al servicio de la guerra.

Este escenario implicará un vector de drenaje en la economía europea, que será perceptible a corto plazo, porque en algún momento Europa tendrá que dar respuesta a una cuestión bien sencilla: ¿Dedicamos los recursos suficientes para garantizar la seguridad en modo disuasorio o bien escogemos la opción de no hacerlo?

Una respuesta tipo balneario sería no hacerlo. La realidad a esa respuesta pondría en riesgo la arquitectura social y de libertades que nos ha permitido llegar hasta aquí.

Una respuesta positiva a la pregunta implicaría asumir el coste económico, cuya realidad supondría abordar y combatir la conflictividad social interna que se produciría, pues los burócratas de Bruselas tendrían que combatir altas dosis de conflictividad interna por el final de la política basada en las subvenciones.

Rusia tiene un doble objetivo a largo plazo: acercarse al instante anterior a la caída de la URSS y desgastar económicamente a Europa

La acción europea marcará su deriva en los próximos años y esa cuestión es la que ya se está planteando. Macron, el gobernante europeo con mayor visión, la ha formulado. Nos gustaría saber qué opina Ángela Merkel, la otra gran visionaria europea, pero lamentablemente ya no está, a lo que hay que añadir el respaldo recibido por Macron, de Úrsula Von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, algo que ha pasado casi desapercibido.

Europa no tendría más remedio que escoger la primera opción: transformar su economía y drenar recursos para la disuasión y eso es así porque la guerra de Rusia en Ucrania es un conflicto que Rusia llevará a largo plazo, siendo el objetivo doble: acercarse al instante anterior a la caída de la URSS y desgastar económicamente a Europa.

Este es un conflicto que se dirime en la estrategia del largo plazo y el desgaste, consolidado ahora tras la perpetuación en el poder de Putin, hasta 2030.

La inmigración

Al adaptar el drenaje inmenso a nivel económico para garantizar la disuasión, la amenaza de la inmigración tendrá un efecto letal, pues aunque es cierto que Europa necesita entre 5 y 7 millones de inmigrantes jóvenes, éstos solo pueden ser aceptados en el marco de una economía sana y en crecimiento, incompatible con el escenario que se nos avecina.

La guerra de Rusia contra Ucrania se juega, pues, en un doble plano: en el estrictamente territorial y en el perímetro de desgaste europeo.

Las vacaciones de la guerra fría han llegado a su fin y no parece a corto o medio plazo que el conflicto pueda resolverse con Rusia, precisamente porque su deriva definitiva es más oriental que occidental.

Vivimos una época de transición en Europa, orientados a un escenario de escaso peso geopolítico-económico, con dos tenazas como espadas de Damocles, de efectos letales: la amenaza rusa y la inmigración.

Europa es vieja y ya pasó su momento en la historia de vigor y poder. Fragmentada en Estados independientes y multitud de lenguas, culturas y sociedades en un mundo cada vez más globalizado

Pero para resolver ambas cuestiones, es preciso tener y aplicar firmeza y rigor, todo lo contrario del ensimismamiento en el que viven instalados los burócratas de Bruselas, que creen que el dinero puede comprar la paz social a base de subvenciones, infinitamente, sin que nada pase. Y sí, en el mundo pasan demasiadas cosas y demasiado deprisa.

Europa es vieja y ya pasó su momento en la historia de vigor y poder. Fragmentada en Estados independientes y multitud de lenguas, culturas y sociedades en un mundo cada vez más globalizado, la respuesta será contemporizar y no asumir respuestas que requieren energía y vigor. Justo lo que Europa ya no tiene.

El pensamiento balneario transita los puntos cardinales de la vieja Europa. Empieza a quedar solo la nostalgia, que es la etapa dulce y postrera antes del final. Europa está francamente en decadencia. Nos vienen tiempos extraordinariamente tan decisivos como convulsos. Nunca ha sido diferente a lo largo de la historia.

Pronto olvidaremos Ucrania. Ya apenas es noticia.

stats