Dignidad y verdad

30 de octubre 2024 - 03:05

Hasta hace unos días desconocía quién era Elisa Mouliáa, lo confieso. Pero ahora solo puedo declarar mi admiración y reconocimiento por ella, por su dignidad como mujer.

Y porque se demuestra valiente frente al insoportable y cínico silencio de una sociedad que suele transigir ante los abusos de las personas que ostentan el poder. Y ello, en medio de la incertidumbre que supone dar un paso adelante, so pena de perder el estatus adquirido o la estabilidad económica.

Es el dilema de siempre. Callar y mantener el salario, la imagen pública o la posición, que es lo fácil, o apostar firmemente por la dignidad, por la justicia y por la protección de otros.

Denunciar y hacer público lo sucedido seguro que le fue incómodo y quizá alteró la paz de su vida, pero envía un mensaje ejemplar y contundente sobre la importancia de defender la integridad propia y la de otras mujeres que no tienen su altavoz para denunciar al poderoso, al corrupto, al acosador, al que se cree intocable porque lo hacen intocable su panda de paniaguados, aunque luego ello les haga pasar luego por su propio confesionario y bajar la cabeza porque saben que optaron por el delito y el delincuente mirando para otro lado y justificando sus repugnantes actos cuando todo el mundo ya lo sabía y evitaron ser justos y humanos. Pero qué más da, con catorce jugosas nóminas al año, cuando lo único que saben es tocar las palmas y acariciar el lomo del que acaricia otras cosas.

En contraste, Mouliáa ha dejado claro, como todos tendríamos que tener ya, que hay principios que están por encima de cualquier beneficio o seguridad económica y que la verdad solo tiene un camino. Y ello es inspirador y seguro que servirá de ejemplo para otras muchas que no callarán, ya que la justicia y la transparencia están por encima de todo.

Y como la justicia casi siempre llega, saber esto e irse ha sido lo único correcto que ha hecho Errejón dentro de la vorágine de autodestrucción que, al parecer, se había convertido su hipócrita vida. Porque enrocarse en su escaño no le iba a salvar de la verdad, que tarde o temprano llegaría a saberse y que le haría responder de sus vomitivos actos.

Ojalá cunda el ejemplo, por una sociedad mejor.

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