Dime con quién andas y...

Mi abuela Pepa siempre me brindaba su casa para que llevara allí a mis amigos, a ella no le importaba preparar la merienda de todos nosotros. A ella le quedaban pocos nietos porque con el falso patriotismo del cierre de la frontera la mayoría de mis primos tuvieron que marcharse de La Línea y yo me convertí en el mayor de los varones.

Ella hacía a mis amigos múltiples preguntas que yo las encuadraba en la curiosidad de las abuelas, pero en realidad me decía: “Lo que a tus amigos les gusta hacer al final también te gustará a ti”, y remataba con “dime con quién andas y te diré quién eres”

Hoy en día este refrán simplista no es tan acertado.

El presidente del Gobierno informa a la ciudadanía de que mantendrá reuniones con todos los grupos políticos para el rearme de Europa, menos con Vox. Es normal, no le apetecerá que se le identifique con la extrema derecha. Sin embargo, fin de semana sí y el otro también, se encama con Junts per Catalunya.

Sumar, que entre sus partidos tiene a Izquierda Unida, siempre ha tenido un discurso integrador con los migrantes, pero el abre la muralla se silencia con la delegación de las competencias migratorias a Cataluña. Los nacionalistas nunca han ocultado su discurso racista.

Una sonrisa irónica me aflora cuando escucho el discurso pacifista de Bildu. ¡Pero si no han condenado el tiro a la nuca! Claro que tenemos que ser pacíficos, pero no aparentar que estamos bajo los efectos del Orfidal.

Vox se quiere mostrar como el mayor defensor del campo español, de los agricultores, pero vuela rápido para darle pleitesía a Donald Trump y a su política arancelaria. Le aplauden como si fuera a trabajar a favor de los españoles.

Este 8 de marzo he disfrutado muy poco de las manifestaciones feministas, y no lo digo por el agua que ha caído, o por los políticos denunciados por acoso sexual o por flirtear con la prostitución, sino porque el mayor partido de España, el PP, ha usado este día para atacar a sus opositores políticos y no para trabajar por la desigualdad de las mujeres que todavía existe. Por desgracia, los políticos hablan más de lo malo que son los otros y no de sus intenciones políticas.

Todo avanza, antes decíamos que los políticos les buscaban trabajo a sus amigos, a sus compañeros de partido con los cargos dedocráticos, de confianza personal, el típico lenguaje del enchufismo, pero eso ya se ha quedado atrás. Ahora se trata de buscarle un sueldo, pero sin que tengan que trabajar. Esperemos que solo sea una anécdota y que la mayoría trabajen por todos y todas y no polaricen a la sociedad española.

Menos mal que ya estamos en tiempo de torrijas para quitarnos el mal sabor de boca.

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