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Paco Rebolo
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Allá por 2008, Raúl Castro daba continuidad familiar al frente del régimen dictatorial cubano, tras recibir la presidencia por la fraternal designación de su hermano Fidel, desde 1959 en el poder.
El modelo de dinastía hereditaria tiene infinitos ejemplos más; en la autocrática Azerbaiyán, Ilham Aliyev asumía la presidencia tras la muerte de su padre, Heydar Aliyev, aunque mediante la teatralización de unas elecciones libres. Llevan en el poder desde el 93. Y no nos podemos olvidar del famoso líder supremo Kim Jong-Un, hijo y nieto de los anteriores presidentes de Corea del Norte. Su familia está en el poder desde 1948.
El matrimonio Kirchner, por su parte, pasó del relevo a la alternancia dinástica como novedoso modelo. Néstor preside entre 2003 y 2007, y luego Cristina hasta 2015. Más tarde fue vicepresidenta de nuevo en 2019. Le costaba soltar el poder, parece.
Hay variantes más sangrientas, como Teodoro Obiang Nguema, que derrocó a su tío Francisco Macías Nguema de la presidencia de nuestra Guinea Ecuatorial. Tras Teodoro vendrá Teodorín, su hijo. La familia está en el poder desde el 12 de octubre de 1968, cuando Fraga Iribarne acudió a la colonia a firmar la independencia que le había dado España.
Y es que el mullido sillón de gobierno, sea cual sea, hace que algunos líderes no acepten que el tiempo pasa, que los ciclos hay que cerrarlos como con los entrenadores de fútbol, y que la alternancia es uno de los mayores valores de la democracia cuando se materializa, no cuando se cacarea. La negativa a aceptar que más que liderar un proyecto de muchos, te has convertido en descolado mueble viejo que diría Gardel, es dura, pero solo tiene dos salidas: retirarse con dignidad o sin ella.
Optar por la dinastía hereditaria es una de las mayores muestras de pérdida de dignidad. Ante el desgaste político en avance exponencial y la popularidad en caída libre, el líder rebelado contra tanto desconocimiento del desagradecido populacho, entiende que es mejor escoger al sucesor con su misma sangre, porque los compañeros que lo rodean ni llegan, ni lo merecen, ni que chisten. El viejo truco de designar como candidato heredero al que tiene tu mismo ADN, habitual en políticos con la categoría de un Tercera RFEF.
Pero el líder no nota el patetismo que produce; al contrario, está convencido que es lo mejor para todos y quizá incluso el votante ni note la diferencia. Nuevos aires con olor a Brummel; pero lo que importa es que la institución de turno no caiga en manos de alguien que no llegue al nivel que marca su pretendida genética top; vaya ese advenedizo a tener ideas nuevas y distintas o a revisar el pasado.
La democracia es lo que tiene. Que la caída es dura para el que no asume que una retirada a tiempo es una victoria. Porque no es lo mismo salir por la puerta grande que ser arrastrado por los escombros.
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