Dolor y penas (y II)

23 de agosto 2024 - 03:06

Como decíamos ayer, el delito siempre está contra la democracia y la libertad. El objetivo de la convivencia, de planificar una vida, del dolor y el placer, de una dignidad, se corrompe y eso ha de ser castigado justificadamente. Delinquir no puede ser sólo un error, incluso la elección de una forma de vida, quien destruye las de los otros ha de pagar con la reestructuración de la suya, porque no hay una equiparación real entre pasar unos años en la cárcel por robar y la sensación de fracaso, miedo, angustia, inutilidad, desprotección (imaginen una violación) que la víctima arrastrá buena parte o toda su vida.

Los desgraciados que machacan en las redes sociales al representante de la familia de un niño asesinado por aconsejar prudentemente no acusar a nadie sin tener pruebas no deberían poder incorporarse a sus trabajos en septiembre. En el delito, y se contempla la posibilidad de lo involuntario, hay una intención de dañar que debe ser sumada sistemáticamente a la hora de la condena por el perjuicio cometido. Robar a alguien que quizá tiene lo justo o ha ahorrado con sacrificio o tiene una ilusión, no solo es quitarle el dinero o un objeto, si el chorizo tiene la impresión de que ese es su delito se siente saldado con un juicio y una condena, pero no es verdad que la otra parte se sienta remunerada; aquí entramos en el territorio de la Educación, de los Servicios Sociales, de las garantías, de la Sanidad, todo eso que está destruyendo el supuesto liberalismo para conseguir lo que ya ha hecho: que el 10% de la población española tenga más de la mitad de la riqueza del país. Y subiendo.

Esos que insultan o mueven bulos en las redes con la intención de generar un daño, nada que ver con la ironía, la pregunta o el comentario, deben tener tiempo para arrepentirse ya. En esta bola enorme que es una sociedad en la que todo está interrelacionado, la ultrarreacción encuentra un caldo de cultivo perfecto en esto que dice perseguir, la mayor parte de los promotores de esa no-ideología son delincuentes que señalan a otros para poder ejercer sin miedo, en el fondo ésa es la definición de dictadura: un régimen en el que los asesinos ejecutan para mantener el “orden”.

El liberalismo, la derecha (tolerante), la izquierda (que por definición jamás sigue consignas), tienen aquí su baza principal, digámoslo claro: el mercado existe si hay clientes, equilibren inteligentemente. Sin un Estado que tenga autoridad solo nos espera la guerra en alguna de sus modalidades, ¿o no empieza a haber un problema en el sur con los narcos y las armas? Castigar ejemplarmente no es la picota o la tortura, es invertir en la democracia; a quien se mete en el tráfico (no de motos) se le debe juzgar en cada kilo por el número de dosis, personas y posibles muertes y ruinas familiares causadas, ¿cuántas décadas supone eso? El chavalillo que le ayuda, quizá se lo pensaría... y unas políticas más dedicadas a la protección de la mayoría que a la del capital son indispensables, porque si no: tengan cuidado.

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