La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
La esquina
La criatura lo tiene todo. Es machista, xenófobo, grosero, autoritario, excluyente, aislacionista, rico sin compasión y delincuente sin sentido de culpa, populista, demagogo... y ha ganado las elecciones USA con la gorra. De manera aplastante. En casi todos los sectores sociales, en casi todos los territorios y ámbitos de la vida colectiva. Éste sí que ha sido un voto transversal.
No creo que haya una sola explicación para este fenómeno. Se subraya, con fundamento, la peculiar forma en que la candidata adversaria alcanzó su nominación, la propia endeblez política de Kamala Harris, la inflación que golpea a una clase media y trabajadora empobrecida, la brutal campaña de desinformación y bulos de la ultraderecha, el primitivismo y fanatismo de la América rural, los efectos de la globalización, los problemas de inseguridad vinculados a la inmigración irregular en masa... Todo es verdad y no toda la verdad.
El auge de las ideas ultraderechistas y los liderazgos fuertes y antidemocráticos no están teniendo un análisis riguroso desde la izquierda canónica y el pensamiento progresista posmoderno (el Partido Demócrata en Estados Unidos). Desde hace años. A menudo confunde los síntomas con las causas de los problemas. Tras cada avance de las ideas ultras en Francia, España o Italia, por no hablar de Alemania o Hungría, los pensadores de la izquierda progre se rasgan más las vestiduras, se indignan y declaran alertas, pero no se preguntan en serio por qué tantos millones de ciudadanos secundan a líderes totalitarios y despreciables, se informan a través de fuentes malsanas y adoptan posiciones antisistema. ¿Por qué los antiguos bastiones comunistas de Francia respaldan hoy a Le Pen? ¿Por qué los votantes latinos de Estados Unidos, muchos de ellos inmigrantes, premian el discurso antiinmigración de Trump? ¿Por qué el ricachón Trump golea a la progresista Harris entre los norteamericanos más pobres? Buenas preguntas.
Quizás es que los demócratas en general y los izquierdistas en particular no están centrando sus energías en problemas que grandes masas de ciudadanos sienten como más importantes que los que la agenda de la política tradicional dicta como prioritarios. Hay demasiada gente enrabietada con motivo que no se considera atendida por las élites políticas. E intelectuales: esta semana una gran escritora escribía de Trump como si fuera un tsunami ultra que durará hasta que se agote su ciclo. ¿De modo natural?
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