El elogio del caminar

31 de enero 2025 - 03:05

Friedrich Nietzsche, caminante compulsivo que pensaba y escribía con la misma vehemencia, expresó que la carne sedentaria es un pecado para el espíritu. Otro Federico, en este caso Gros, consideró que caminando se experimenta la condición terrenal del hombre. Vivimos en un mundo en el que se impone la inmediatez más acelerada. Sin prisas parece que las vidas carecen de interés y las consideraciones sociales desmerecen de los cánones que imágenes y redes trasladan con la velocidad del rayo que no cesa. Estas urgencias provocan algo parecido a los más perturbadores ensueños: la supresión de las piernas, que son consideradas superfluas, ya que la atención se centra, como barruntó Barthes, en el retrato de medio cuerpo o los imprescindibles automóviles; automóviles con los que cada día se obtura el entramado viario de nuestras ciudades.

Por su extensión, superficie y hasta por su orografía, Algeciras podría ser considerada lo que Carlos Moreno -urbanista, científico y exguerrillero- estimó como paradigma de una ciudad de quince minutos: una urbe donde las necesidades y servicios de sus habitantes -trabajo, compras, educación, centros de salud, ocio- se encuentran a distancias caminables que en raros casos exceden ese cuarto de hora. Cierto que también es una población cuyo diseño urbanístico no es un dechado de virtudes. Solamente hay dos ejes viarios norte-sur (el paseo Marítimo y la antigua carretera nacional 340) y uno incompleto oeste-este que se inicia en la Ronda Intermedia y sobre el cauce soterrado del río acaba en Agustín Bálsamo, desde donde se debe atravesar un caótico dédalo de calles para arribar al cercano centro.

Cierto que no se trata de una ciudad amable para el paseo, un camino que debe discurrir entre hormigón, anodinas fachadas, mucho asfalto y pocos árboles; pero también es cierto que podemos desplazarnos en poco tiempo a numerosos destinos. Quizás por eso llaman la atención arraigados hábitos como llevar a los niños al colegio en coche a primera hora de la mañana cuando no a media tarde para cubrir extraescolares; asentadas prácticas como ir a nuestros trabajos en coche, realizar las compras en coche; acercarnos al mercado en coche; a las citas en coche; a las oficinas y a los despachos en coche; a las casas, a las consultas, reuniones, encuentros y desencuentros en coche. Hasta para ir al gimnasio se utiliza el coche. A la vez que abarrotamos aparcamientos, saturamos las horas punta, contaminamos el aire y acumulamos malos humores, atrofiamos nuestras piernas y nuestros pies pisan estrechos pedales en lugar del suelo. Caminando vemos el mundo sin cristales ni parabrisas, sentimos el aire en nuestro rostro y somos capaces de llegar al destino terrenal por nuestros propios medios. Caminar es mucho más que un ejercicio, es adaptar la inmensidad del mundo a nosotros mismos sin amputaciones y sin convertir nuestro cuerpo en mera carne sedentaria.

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