Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Los grandes estrategas
Quien se acuesta con niños, meado amanece. Haber cedido territorio “intelectual” a creencias irracionales ha envalentonado a los de la Verdad. No soy partidario de la tolerancia religiosa. Para mí es fundamental respetar el derecho a creer lo que te dé la gana, siempre y cuando te sometas al análisis público y racional de lo que digas; el método, la coherencia con el conocimiento y los datos, es la Ley. El territorio de lo íntimo también es la Ley, pero íntimo.
Que un juzgado atienda un movimiento de una “asociación de católicos noséqué” para que Nocilla retire un anuncio porque un abuelo confunda un termómetro con un “satisfyer” y la nieta se lo aclare, debería ser motivo para quitar la oposición a quien lo admita. Estaríamos dando por establecido que existe una moralidad, cuestión que va contra todos los datos que el estudio antropológico suministra y contra la Naturaleza real (no la divina) que no entiende valor preestablecido ni sigue ordenación.
Un medio describe el asunto así: “[...] ha desatado fuertes críticas en redes sociales por el contenido y el abandono de ese espíritu familiar, infantil y conciliador que siempre la ha caracterizado [...]”. Quien se caracteriza aquí es el redactor de este espanto. Una Educación en condiciones debería incluir el sexo y ahí cómo usar la masturbación adecuada y satisfactoriamente; si a un padre y a su obediente esposa (nótese la ironía) les preocupa esto, deberían estar preparados para convencer a sus hijas para que no toquen el timbre, pero jamás deberían poder prohibir o intentar doblegar lo que Natura dispone.
Uno puede educar a sus hijos convirtiendo la sexualidad en algo sucio, el vertedero de nuestra personalidad, tabú de lo que no hace falta hablar porque “ya se sabe”, algo prerregulado y con roles cuyo incumplimiento conlleva etiquetas como puta, maricón, bollera, vicioso, pajillero, obseso, etc. Así me eduqué yo y lamento profundamente el estrecho margen de disfrute de mi sexualidad al que me abocó. Usted puede hacerlo, pero la obligación del Estado es procurar salud pública y eso incluye, cómo no, explicar en un aula el “satisfyer”. Lógicamente no a cualquier edad, sino, como pasa con la Historia o la violencia, a partir de un cierto uso consciente de la racionalidad que, curiosamente, suele llegar con el despertar de la consciencia sexual.
Se imponen los dementes con sus magias, pues una religión no es más que magia-potagia organizada; si en este momento se indigna es que no se ha enterado de nada y no ve lo respetuoso que es el fondo en mi discurso. El sexo es una forma de relación humana, todo lo que contribuya a un uso respetuoso, saludable y satisfactorio no genera ningún mal; por contra, cuanto lo oscurece, penaliza artificiosamente con ideas previas, genera distorsiones sobre los sentimientos y eso puede ser enfermizo. Si hay un delincuente aquí es usted: degenerado represor, hágase una gallarda y despierte a la vida y la felicidad, nos irá a todos mejor.
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