La enciclopedia Álvarez

El desistimiento de las instituciones políticas españolas en lo concerniente a la educación de las nuevas generaciones hace ya muchos años que se viene llevando a cabo mediante la supresión de los tres pilares indispensables para adquirir conocimientos: la memoria, el mérito y la cultura del esfuerzo. Tan cuestionable actitud ha propiciado que se vuelva la vista atrás y se compare el actual sistema educativo con aquel otro que se apoyaba precisamente en las premisas que ahora se rechazan.

Uno de los "instrumentos de medida" al que a menudo se recurre para contrastar el nivel de preparación de los estudiantes de las distintas épocas es la Enciclopedia Álvarez, libro de texto de la enseñanza primaria que los niños manejábamos hasta ingresar -con 9 o 10 años- en el bachillerato y cuyo contenido se antoja que a duras penas estaría hoy al alcance de un significativo porcentaje de quienes ocupan cargos y despachos oficiales. Haciendo honor a su nombre, la Enciclopedia Álvarez era un compendio del saber al modo de las Etimologías de San Isidoro de Sevilla o la Enciclopedia de Diderot y d´Alambert, convenientemente adaptado a las capacidades de niños que todavía no habían llegado a la adolescencia. Desde la Aritmética o la Geometría a la Lengua Española, la Historia, la Geografía o las Ciencias de la Naturaleza pasando por la Historia Sagrada, la Formación Político-Social o incluso la Higiene era una exhaustiva recopilación de conocimientos que con claridad y sencillez (algo que ahora se echa de menos en los libros de texto) preparaba a los alumnos para su ingreso en el bachillerato.

De "intuitiva, sintética y práctica" la calificaba su autor, el maestro Antonio Álvarez Pérez que además de los textos era el artífice de las numerosísimas ilustraciones que se incluían en sus más de 600 páginas. Era el único libro que llevábamos en la cartera (que no mochila) si acaso acompañado del "Pequeño Diccionario ITER de la Lengua Española", los cuadernillos de problemas "Rubio", los de caligrafía (que se rellenaban a plumilla), el cuaderno escolar color sepia con grabados de animales en la portada y, cómo no, el genial plumier de dos pisos en que guardábamos pluma, lápices, sacapuntas y goma de borrar.

Ni que decir tiene que comparado con la tecnología actual aquellos utensilios escolares eran troglodíticos, pero existía la voluntad de los maestros para que aprendiéramos y la de las autoridades en instruir a los nuevos españoles para el futuro. Ahora, en cambio, el porvenir es incierto ya que, a efectos prácticos, la escolarización ha sido sustituida por la estabulación.

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