14 de enero 2025 - 03:04

Desde que los humanos lo somos, no hay nada más fascinante y atrayente a la vez que eso que hemos quedado en llamar tiempo. Si el espacio, la otra gran coordenada que limita nuestras vidas, la tenemos más asumida porque lo vemos, aunque sea a pequeña escala, pegado a nuestra mesilla de noche o al café que sale de nuestra máquina, el tiempo es delirantemente engañoso.

Si nos vamos a nuestra infancia, el día no tenía una duración igual a la que tiene hoy. Eran lentos, pesados y solo se acortaban más si se les ponía en relación con el final de las vacaciones o la entrega de ese herbolario en el que primorosamente habías pegado plantas y algún que otro nombre latino, y en más de uno que ni repajolera idea tenías, lo tratabas de enmascarar haciendo uso de una descripción en la que destacaba el color rojizo del tallo.

Contabas hacia atrás, cuanto faltaba para las vacaciones de Navidad, o tu cumpleaños o ese viaje familiar. Y ya de mayor, las mujeres lo hemos hecho para saber cuándo esperar la llegada de un hijo o hija al mundo.

Si observan ustedes la medición es algo subjetivo, hecha para poder movernos en el dédalo oscuro y turbio que es este monstruo. Ahora yo lo veo como esa realidad estática dónde pasamos todos por ella. No se mueve. Está ahí siempre alerta, huesudo y caníbal como lo pintó Goya. Sin bajar la guardia, impertérrito.

Hombres y mujeres a través de la historia de nuestras vidas, siempre hemos creado sistemas de medición basados en la repetición cíclica de algunos fenómenos, que posiblemente no son ni cíclicos, porque quienes lo son, somos los humanos. Con eso nos sentimos poseedores de ese tiempo inaprensible, pero lo mismo que saber escribir no te hace escritor (díganselo ustedes que soportan lo que escribo), ni los que lo tienen todo son eternos, ni el acercamiento de vez en cuando a un momento de felicidad te hace feliz; que sepamos iniciar el conteo de un nuevo año, un nuevo enero, una nueva actividad ritual, no nos da la posesión de ese tic tac que cada uno lleva incorporado.

Vivimos, más que nunca, con el tiempo pegado a los talones y sin embargo de lo único que no poseemos de forma ilimitada, lo malgastamos.

Como yo también estoy incluida en este espacio/ tiempo curvo, y que dicen que se acelera, me propondré alguna pequeña meta que me haga más atractivo este mundo tan incomprensible.

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