
Diafragma 2.8
Paco Guerrero
De lección
Crónicas levantiscas
Antonio Maíllo es un tipo afable, tan empático como comprensivo, no es un izquierdoso dogmático, pero doy fe de que sus enfados son telúricos y nada impostados, de tal modo que, si ha declarado que la coalición de Gobierno sufre su peor crisis desde 2023, es que es cierto, que los 6,6 millones de euros que Interior ha contratado con una empresa israelí para comprarle 15 millones de balas ponen en riesgo la continuidad de Sumar en el Ejecutivo.
Es posible: tanto que Fernando Grande Marlaska va a tener que rectificar. Izquierda Unida viene de encajar el aumento de la partida de Defensa en 10.000 millones de euros, de contorsionarse en posturas imposibles, pero no va aceptar un nuevo trato con la maquinaria israelí por nimia que sea la transacción, España no va a vender balas, sino a comprarlas.
Maíllo se plantó en varias ocasiones ante Susana Díaz cuando gobernó con IU, aunque la presidenta terminó por romper la coalición sin ninguna causa objetiva y motivada sólo por un interés electoral que se reveló meses después como equivocado. A Maíllo le costó aquello un serio disgusto, sabe lo que es salir de una administración, que decenas de personas –cientos en el caso de la Junta– se queden sin trabajo de un día para otro, pero esta advertencia va en serio porque Izquierda Unida se juega una credibilidad que pondrá en duda Podemos, aspirante a ser el partido antibelicista del escenario español.
El Gobierno ha presentado su plan de aumento del presupuesto de Defensa, pero ni lo va a llevar al Congreso ni lo ha aprobado en el Consejo de Ministros; en la nota de prensa de Moncloa se explica que la reunión ministerial lo “ha abordado” y que lo enviará a Bruselas para que lo estudien la UE y la OTAN. Más allá del preocupante ninguneo al Parlamento, la operativa obedece a un doble pacto implícito porque evita a Sumar tener que votar en contra y al PP de Feijóo a posicionarse a favor, a lo que está obligado por su condición de partido europeísta.
Sumar, y con ello, Izquierda Unida, ha asumido sin apoyarlo el incremento del gasto militar hasta el 2% del PIB, pero le resulta casi imposible comprometerse con un gasto que en su opinión “viola” el acuerdo de la coalición sobre la guerra de Gaza. María Jesús Montero, vicepresidenta primera, amiga de Marlaska y roja de corazón, va a tener que fajarse para arrastrar al Gobierno o a Antonio Maíllo.
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