Eslabón de una cadena bimilenaria

La ciudad y los días

Ante la papofobia y la papolatría que estos días afecta a muchos creyentes y muchos más no creyentes, elogiando manipuladoramente a Francisco para hacer de menos o insultar a sus predecesores y la Iglesia, hay que recordar lo que San Pablo escribió a los Corintios: “Me he enterado por los de Cloe de que hay discordias entre vosotros. Y os digo esto porque cada cual anda diciendo: ‘Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Cefas, yo soy de Cristo’. ¿Está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿Fuisteis bautizados en nombre de Pablo?”. Escúchenlo al menos los creyentes y no digan yo soy de Juan Pablo II, yo soy de Ratzinger, yo soy de Francisco.

A quienes presentan a Francisco como el Papa de los pobres y los marginados, como si hasta que llegó la Iglesia solo se dedicara a los ricos y poderosos, hay que recordarles que en el minuto cero del cristianismo, antes de que Cristo naciera, María proclamó que el Señor “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos”. Que Jesús –por poner solo un ejemplo– sentenció “que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos”. Que el único ser humano al que le aseguró que estaría con él en el Paraíso fue un ladrón arrepentido. Que San Pablo escribió: “Lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar lo poderoso. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta”. Y que han existido San Francisco de Asís, San Juan de Dios, San Camilo de Lelis, San Vicente de Paúl, Santa Ángela de la Cruz, Santa Teresa de Calcuta y muchos otros, la mayoría desconocidos, que entregaron y entregan sus vidas al servicio de los últimos entre los últimos.

Quienes creen que con Francisco la bimilenaria Iglesia descubrió las periferias hay que recordarles que Jesús ordenó a sus discípulos: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. Que la misión en Europa comenzó cuando San Pablo tuvo la visión de un macedonio que le rogaba “pasa a Macedonia y ayúdanos” y partieron “seguros de que Dios nos llamaba a predicarles el Evangelio”. Que existieron los franciscanos o los dominicos que llevaron el Evangelio a América y los jesuitas que lo llevaron a Japón y la India.

Recuérdenlo o apréndanlo quienes simplifican por desconocimiento o manipulan por mala voluntad.

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