Andar y contar
Alejandro Tobalina
Rutina
Hay una frase de Bertolt Brecht que se hizo conocida en España por el título de una canción del grupo Golpes Bajos en los años 80 del siglo pasado, “corren malos tiempos para la lírica”. Desde hace algunos años corren también malos tiempos para el derecho internacional. Para el derecho en general y para el derecho internacional en particular. El poder normativo que aspira a regular una sociedad de forma ordenada con instituciones sólidas, basadas en reglas y principios respetados y que derivan de la soberanía popular es un concepto que atraviesa grandes dificultades y es sustituido por modelos, si bien heterogéneos, se basan en el poder de la fuerza por un lado y en las pulsiones identitarias y nacionalistas por otro. En definitiva, malos tiempos para impartir docencia de derecho internacional en la universidad.
No obstante, ante la bruma de las grandes crisis que sacuden diferentes escenarios internacionales, el poder del derecho ha brillado con luz propia alumbrando todavía las vías jurídicas que deben iluminar el camino en tiempos convulsos. En mi columna de la semana pasada criticaba el modelo de externalización de fronteras con cárceles en el extranjero para demandantes de asilo que pretenden seguir varios países en Europa y que el gobierno posfascista de Meloni ha tratado de poner en marcha en Albania con un altísimo coste. Pues bien, concluía en mi columna que este modelo, contrario a derecho, sería rechazado por jueces italianos y europeos. A los pocos días de la publicación, un juez, basándose en jurisprudencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, ha declarado nulo el procedimiento y ha ordenado el regreso a Italia de los demandantes de asilo.
También quiero mencionar aquí las muy recientes sentencias del citado tribunal europeo que han declarado nulos los acuerdos de pesca y agricultura de la UE con Marruecos al violar el derecho internacional en lo relativo al derecho de autodeterminación del pueblo saharaui y al considerar que el Sáhara ocupado no es territorio marroquí, sino que tiene una condición jurídica distinta y separada.
Doy por supuesto que tanto el gobierno de Meloni como la UE tratarán de evitar el cumplimiento de las sentencias buscando nuevos recodos para eludir las responsabilidades internacionales y marginar la eficacia del derecho internacional. No obstante, las sentencias mencionadas mantienen todavía la esperanza de que prevalezca el derecho internacional. Hay un elemento común entre las situaciones de vulneración de derechos fundamentales ya sean de poblaciones vulnerables, como los demandantes de asilo o el pueblo saharaui cuyo territorio fue invadido por una potencia vecina: la confianza en el derecho internacional. Las sentencias ofrecen algo de esperanza en un mundo complejo.
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