El experimento 25

30 de septiembre 2024 - 03:05

En los años 60 (¡cuántas cosas pasaron en esa década!) se llevó a cabo el conocido como Experimento 25. Lo realizó el psicólogo John Calhoun y era la culminación de otros varios.

Pretendía estudiar cómo se comportaba una colonia de ratones en un entorno sin depredadores, controlado y perfecto para reproducirse casi sin límites al que llamó “universo 25”. No impuso restricción alguna de comida o agua, aunque lo ideó para un máximo de 3.840 ratones y contaba con diversos compartimentos para que ellos pudieran estar a gusto con sus necesidades territoriales y el resto de cosas que hacen los ratones cuando nadie los mira.

Calhoun introdujo a 8 ratones, lo mejor de cada casa. Estos comenzaron a reproducirse rápidamente, porque así se las ponían a Fernando VII, pensarían ellos. Cada 55 días la población se doblaba y comenzaron a organizarse en pequeños grupos familiares, con estructuras sociales relativamente estables.

Cuando llegaron a 620 ratones, el crecimiento comenzó a desacelerarse, mientras que las zonas de refugio y alimento se volvieron más densamente pobladas.

Los ratones comenzaron a interactuar más habitualmente, lo que dio como resultado una mayor competencia por todo. Ya se empezaron a ver de forma clara indicios de estrés social.

Cuando se llegó a una población de alrededor de 2.200 ratones, se pasó de estrés social al colapso social.

Las hembras mostraron cada vez más comportamientos negligentes hacia sus crías, hasta dejar de cuidar a las camadas. La jerarquía social comenzó a desmoronarse.

Los grupos de machos se dividieron en dos extremos: los agresores violentos y a otros a los que llamaron “bellos”, que se mantenían alejados de toda interacción, se enfocaban en el aseo personal y evitaban cualquier tipo de comportamiento social o reproductivo. La reproducción prácticamente se detuvo y las crías que nacían morían, ya que no eran cuidadas o eran agredidas por otros ratones.

El “universo 25” se convirtió en un lugar de violencia que dio como resultado el colapso total y quienes sobrevivían acabaron haciéndolo de forma aislada de la colonia, sólo interesados en ellos mismos. Aun viviendo en el paraíso, la población se extinguió.

Las comparaciones, las proyecciones, son inevitables, aunque no extrapolables de forma absoluta. Sin embargo, los resultados han sido influyentes en estudios sobre el estrés social y la dinámica poblacional.

Yo, iletrado en estos temas, me quedo con la potencia de la metáfora. Miro a mi alrededor y veo una sociedad que desde hace mucho está en ese colapso social, que ha elevado la agresión a la categoría de religión (¿para eso habéis quedado, oh, dioses?), y que ha establecido unas diferencias tan brutales entre estratos que creo que ya son insalvables y detonante del futuro caos. Lo paradójico del asunto es que, como los ratones, no hemos hecho sino repetir el modelo a lo largo de nuestra Historia. Imperios derramándose sobre otros territorios en busca de una riqueza que no les era necesaria, sin parar en detalles nimios como exterminar a otros para conseguirlo.

¿Lo irónico del tema? Que nunca terminamos de asumir que todo Imperio tiene su colapso, no sé si el que merecieron, pero sí con el que acabaron diluyéndose en la Historia. ¿En qué nos diferenciamos nosotros de nuestros antepasados? Sólo en que ahora podemos destruirnos con más rapidez.

La sociedad actual no ha dominado a esos demonios, sólo están ahí, agazapados...

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