Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Los grandes estrategas
A finales de noviembre estuvimos mi marido y yo en Madrid para atender a uno de mis nietos mientras sus padres tenían viajes de trabajo. Siempre que vamos, mientras los pequeños están en sus guarderías, aprovechamos para visitar alguna de las exposiciones que nos brinda la capital. En esta ocasión, una de ellas fue Amazonia. No habíamos tenido ocasión de ver anteriormente ninguna de Sebastião Salgado y nos interesaba especialmente.
Qué decir de este maravilloso fotógrafo que en su muestra nos trasladaba no solo a la exuberante naturaleza de esta región de su Brasil natal, también a la riqueza de algunos de los 188 grupos étnicos existentes en esta zona del mundo. Si impresionantes son los paisajes que vimos en la exposición, más todavía fueron para mí las cautivadoras miradas de hombres, mujeres y niños retratados por la casi mágica cámara de Salgado. 200 fotografías en blanco y negro, realizadas durante un recorrido vital de siete años por la región, nos transportaban a este lugar magnífico que puede proporcionar oxígeno a un planeta entero. Tanto Salgado como su mujer, comisaria de la exposición, nos acercan a la belleza de esta región y a la importancia de preservar un bosque que alberga la décima parte de las especies de flora y fauna del planeta. Más de 370.000 indígenas –que hablan 150 idiomas– viven en esta zona del mundo, entre ellos los Zo’e, Yanomami o Korubos.
El fotógrafo y su mujer pusieron en marcha en 1998 el Instituto Terra, organización civil sin ánimo de lucro, con el objetivo de recuperar parte de la Mata Atlántica o bosque atlántico en la zona de la cuenca del Río Doce, una de las zonas más importantes del sudeste de Brasil que alberga una población de 4 millones de personas. Después de adquirir una hacienda, que en su día perteneció a su familia y que se encontraba totalmente degradada, y convertirla en una zona de reserva privada de patrimonio natural –similar a un parque nacional– tuvieron claro su objetivo: recuperar la selva que cubría muchos años atrás esa zona. Hasta ahora se han plantado alrededor de 2,4 millones de árboles y el vivero ha producido más de seis millones de plantones de especies endémicas. Al recuperarse el bosque, una gran cantidad de aves, mamíferos, reptiles y anfibios han regresado al que era su hábitat natural. Los nuevos árboles también han contribuido a regenerar fuentes y arroyos. La naturaleza es generosa cuando se cuida.
En 2002 crearon además el Centro de Educación y Recuperación Ambiental (CERA) que ha desarrollado cientos de proyectos educativos para crear conciencia sobre la recuperación del bosque atlántico. El Centro de Estudios de Restauración de Ecosistemas (NERE), puesto en marcha en 2005, forma también a profesionales que trabajen en la restauración de áreas degradadas, para conseguir un uso sostenible de los recursos naturales.
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