Francisco hizo lo que pudo

Intentando ver con distancia el pontificado de Francisco, uno tiene, a veces, la sensación de que los discursos han ido por delante de los hechos. Este es el comentario más común en sectores de la progresía tanto católica como laica.

Creo que conviene saber las peticiones que le hizo el Papa anterior. Un hombre conservador pero que con su renuncia demostró también su grandeza: “Aquí tienes algunos de los problemas que la Iglesia tiene hoy en día. Yo no tengo ya fuerzas para atajarlos, por favor, inténtalo tú”. Esa fue una de las conversaciones que según cuentan vaticanistas conocidos tuvieron los dos Papas. Algo dicen en la película que lleva ese nombre. No son fábulas, son realidades amargas que Francisco tuvo que afrontar.

El primer problema fue la vida de algunos altos cargos de la Curia Romana. Ahí las normas promulgadas han sido bastante duras: reducción de los sueldos, al menos un diez por ciento; control de los gastos en viviendas; prohibición de hacer negocios; pago de todos los gastos diarios como cualquier persona; humildad y sencillez, ante todo. Se crea así un grupo de presión que va contra las decisiones de Francisco, no tanto como dicen por cuestiones ideológicas, que también, sino por pérdida de poder económico. Como ejemplo, él renunció a su sueldo: “Para qué quiero sueldo, si tengo de todo, y si me hacen falta unos zapatos, pido el dinero”.

La banca vaticana, otra cuestión, ha pasado por todos los “conflictos” internos posibles, hasta llegar a ser un instrumento para blanqueadores de dinero procedente de actividades ilícitas. Ya se habían producido algunos cambios con Ratzinger, pero quien acaba con toda la suciedad existente ha sido Bergoglio.

La pederastia ha sido otro tema más que ha debido abordar con la crítica de numerosos dirigentes eclesiásticos que decían aquello de “la ropa sucia se lava en casa”. Ha sido esta una batalla muy dolorosa para las personas afectadas que no entendían por qué la Iglesia les volvía la espalda. Francisco intervino con dureza y se posicionó al lado de las víctimas.

Es cierto que, en el ámbito de la mujer, planteado ya en su pontificado, han quedado temas pendientes como es el diaconado que parecía que iba a aprobarse. Todos los Papas de la historia han tenido miedo a un cisma y él también lo tuvo; esa parece la razón de que no haya ido más adelante en esta cuestión.

Poner a Jesucristo en el centro de la vida de la Iglesia ha sido el gran mensaje de Francisco. Un Evangelio que impregne la vida y se acerque a los más excluidos desde un concepto de misericordia entendida desde la horizontalidad. Es el camino recto para resolver las dificultades de la Iglesia en un mundo que se va deshumanizando.

La imagen de una religiosa de ochenta y dos años, la hermana Jeanningros, amiga del Papa, que vive con otra compañera en una caravana para atender a los colectivos más desfavorecidos y singulares, muestra hasta qué punto.

Francisco estaba informado del dolor de los más pobres. Por ellos alzó siempre su voz.

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