Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Los grandes estrategas
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Por qué estamos así? ¿Qué necesidad hay de esto? Conviene recordar que el protagonista absoluto de esta situación, el PSOE, cuyo presidente secretario general es, en estos momentos, Pedro Sánchez, es el partido con más trienios en el poder desde 1978, un partido sistémico al que nadie disputa su condición de primer pilar de la democracia “que nos hemos dado a nosotros mismos”. ¿Qué necesidad tiene este partido, y su actual secretario general, de apoyarse, para conservar un poder que podría mantener por medios mucho menos discutibles, en asesinos, terroristas, delincuentes, corruptos, malversadores, secesionistas, prófugos y xenófobos? Todo esto carece de lógica elemental, pues nada hubiera sido más natural y comprensible que los dos partidos más votados, pero ninguno con capacidad para constituir mayoría suficiente en el Congreso, hubieran llegado a algún género de acuerdo para asegurar la gobernabilidad y la estabilidad del país. Las fórmulas para ello, al alcance de la imaginación y del caletre de cualquiera, son numerosas y ninguna implicaría un coste mayor que el embarcarse en una vorágine que violenta al Estado, desprestigia a las instituciones, socava la justicia, solivianta a la ciudadanía, alimenta los extremismos, disgusta a las fuerzas de seguridad, alarma al Ejército, arruina la imagen de España en Europa, deja en mala posición al Rey, erosiona al propio PSOE...
¿Qué está pasando? ¿A qué responde todo esto? Nadie puede pensar que Pedro Sánchez, aunque sea un personaje de la peor estofa, obsesionado por el poder y sus ventajas, sea tan ciego como para no ver los riesgos en que incurre y que, en un momento dado, podrían arrastrarle a él, a su partido y a todo el sistema. Más aún, ¿cómo es posible que un partido tan experimentado, con tanta gente tan curtida, sea capaz de respaldar con casi el 90% de aprobación un intento tan dudoso, con socios tan indignos de confianza y que, además, no ocultan sus intenciones de volver a las andadas en cuanto hayan conseguido lo que ahora se proponen?
La única respuesta lógica es que estamos ante un proyecto político de alcance aún desconocido, revolucionario en sus consecuencias, que pretende cambiar “de facto” las bases del régimen constitucional pero sin cubrir ninguna de las exigencias que semejante intención conlleva democráticamente. La deriva de la izquierda y del PSOE desde hace veinte años abocaba a algo como esto y en ello estamos ya.
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