Guiris en los toros

16 de octubre 2024 - 03:06

El equino agonizaba despanzurrado sobre el albero. El último toro de Morenito de Algeciras ya había dado muerte a tres caballos de picar, cuyos cadáveres yacían en el ruedo cubiertos por una lona de arpillera. La corrida con la que el Ayuntamiento quiso honrar a los ilustres miembros de la Conferencia de Algeciras se saldó con doce caballos muertos.

La lidia casi no había empezado cuando todos los representantes extranjeros y los más de treinta periodistas venidos de otros países se ausentaron discretamente de La Perseverancia, uno tras otro: no pudieron soportar ese espectáculo del que solo habían oído hablar y que la prensa internacional, en las crónicas diarias de la Conferencia, calificó de “salvajada”, “españolada”, “primitivo” y “sangriento”.

El alcalde Emilio Santacana, un soltero culto educado en Londres, sabedor del impacto que la tauromaquia iba a generar en los delicados embajadores de los que era anfitrión, intentó persuadir al resto de los ediles de la inoportunidad de ese festejo taurino. Pero aquellos concejales pensaban que no había mejor manera de agasajar a sus huéspedes que con una buena tarde de toros. Error: los suecos, neerlandeses y estadounidenses solo vieron horror en aquel rito sacrificial anacrónico que (nadie sabe cómo) había llegado hasta el siglo XX y todavía tendría que perdurar hasta bien entrado el XXI.

La excepción al estupor general ante los toros la protagonizó Mohammed El Mokri, uno de los dos miembros de la embajada marroquí. Mokri siguió la corrida hasta el final, entusiasmado, aplaudiendo y analizando las suertes con sus pocos vecinos de palco. Ya había disfrutado de los toros muchas veces. A juzgar por lo que la prensa del momento publicó, tanto disfrutó de los pases de capa como de “las guapas y ataviadas mozas que llenaban los tendidos”. El Mokri, por cierto, había venido a Algeciras acompañado de su harén. “Como es ardoroso El Mokri / y no era cosa bien vista / lanzarse a hacer el amor / a las niñas de Algeciras / (…) / fleta un barco a toda prisa / y aprovechando las sombras / (…) / a Algeciras trasladó / las hembras más escogidas”, publicó El Liberal.

Epílogo: Los guiris, sin cenar, se fueron a dormir al Cristina, donde costaba una habitación individual dos libras esterlinas (con una libra en 1906 se podía comprar en Gran Bretaña lo que hoy con 140) y donde el salario de una camarera de piso era de 75 pesetas (con una peseta en 1906 se podía comprar en España lo que hoy con 4 euros).

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