Hablemos de agua

27 de marzo 2025 - 03:06

Puede parecer una contradicción que, después de un mes de fuertes lluvias que han superado con creces las cantidades de agua recogidas de media en los últimos años, proponga en esta columna la necesidad de hablar sobre una gestión adecuada de los recursos hídricos. Efectivamente, después del llamado tren de borrascas que nos ha visitado este marzo con las visitas de Jana, Konrad, Laurence y Martinho, la reserva hídrica del país ha aumentado en solo tres semanas en torno a un 23%. El volumen de lo almacenado gracias a las precipitaciones de marzo equivale a casi un año y medio del consumo urbano de España. Con este importante incremento de agua embalsada parece lógico que las administraciones se replanteen la necesidad de revisar las restricciones en vigor que afectan fundamentalmente a la agricultura.

Ahora bien, esta buena noticia caída del cielo en forma de agua puede tener efectos contraproducentes en cuanto puede ocultar temporalmente la necesidad de la profunda transformación de la gestión de los recursos hídricos que necesita este país. Hay un consenso casi unánime en la comunidad científica en que los efectos del cambio climático son ya un problema estructural que va consolidando un aumento significativo de las temperaturas en el planeta acompañado de un cambio significativo de los patrones de lluvias y un incremento, tanto en intensidad como en número, de fenómenos meteorológicos extremos.

Cada año se superan los records de temperatura y 2024 ha sido el año más caluroso desde que existen mediciones climatológicas. Los informes científicos señalan que toda la cuenca mediterránea será una zona afectada severamente por el cambio climático con una importante reducción media de lluvia, compatible con lluvias intensas en fenómenos meteorológicos extremos.

Parece entonces evidente que hay que realizar una profunda transformación de nuestras infraestructuras hidráulicas para adaptarnos a la realidad y al futuro que ya es presente. Por una parte, es necesario prever estos fenómenos extremos con la revisión de construcciones en terrenos inundables y ramblas cegadas y vegas de ríos construidas. Por otra parte, el descontrol de una agricultura que ha saltado de forma masiva a regadíos intensos sin control administrativo incorporando cultivos tropicales es inadmisible.

Una política de destrucción masiva de nuestras costas y territorios para la construcción de apartamentos y hoteles de usos hotelero y un modelo turístico masivo de playa y golf necesita una profunda revisión.

Sin embargo, el futuro no es muy tranquilizador cuando uno de los principales partidos políticos españoles abraza sin rubor posturas negacionistas del cambio climático y encuentra en el Pacto Verde europeo un enemigo común con los fundamentalistas de la extrema derecha.

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