La Rayuela
Lola Quero
Otra Andalucía
Haceunos días, el histórico fundador del Partido Andalucista, Alejandro Rojas-Marcos, suscribió con la Consejera de Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía, Patricia del Pozo, un protocolo de colaboración entre la Fundación que el primero preside y la Comunidad Autónoma, para la puesta en valor del hablar andaluza. Este protocolo ha surgido de la propuesta que el propio Rojas-Marcos le hizo al presidente de la Junta, Juanma Moreno, hace unos meses y que acogió de buen grado. Resulta curioso el revuelo que, entre algunos columnistas, en general muy madrileños todos ellos, ha generado un asunto que, en realidad, no supone más que cumplir uno de los objetivos fijados en el artículo 10 de nuestro Estatuto de Autonomía: “La defensa, promoción, estudio y prestigio de la modalidad lingüística andaluza en todas sus variedades”.
Sin duda, el revuelo se produce porque para los centralistas de toda la vida, de derecha a izquierda, todo lo que supone reforzar la identidad de Andalucía como pueblo les duele más que un cólico nefrítico. Y, claro, les cuesta mucho aceptar que uno de los suyos (porque no olvidemos que Moreno Bonilla, además de presidente de todos los andaluces es el líder del PP andaluz) se dedique a este asunto.
Por el contrario, yo saco de esta cuestión algunas conclusiones muy positivas. La primera de ellas es lo hermoso que resulta, entre tanta fealdad que nos rodea, que un andalucista de izquierdas y un españolista de derechas sean capaces de colaborar para algo que es, por sí mismo, bueno para el conjunto de los andaluces. En el marco de la crispación y el sectarismo que invade España, cosas como esta me hacen sentir orgulloso de ser andaluz. Sin que nadie tenga por qué renunciar a sus principios ideológicos, el pacto entre distintos por el bien de todos debería ser un ejemplo para imitar.
Y junto a las formas, el fondo. ¿Puede haber algo más digno que reivindicar nuestro derecho a hablar como nos sale del alma? Porque eso es, precisamente, lo que hacemos cuando hablamos como nos enseñaron nuestros padres: el alma del ser humano, lo que nos distingue de los demás seres vivos, es nuestro habla. Y ya está bien de cargar con el sambenito de “lo mal que hablamos los andaluces”, de los papeles de quinquis o de criadas que hablan en andaluz en las series que hacen por ahí fuera.
Yo estoy deseando ver triunfando en las pantallas a un actor o una actriz, protagonistas de la más vibrante historia de amor, o de espías, hablando de la dulce forma en la que lo hacemos los andaluces del Campo de Gibraltar. Y si incluyen alguna palabra en llanito, mejor todavía.
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