Andar y contar
Alejandro Tobalina
Rutina
No acostumbro a andar mucho por las redes, aunque, a veces, hay noticias que llaman mi atención y entro a ver qué dice la gente. Ha habido un tema que me ha causado gran preocupación: varios individuos, en distintos chats y días, coincidían en defender que en España no había habido mezcla con los árabes, que en el ADN de la población actual de este país no queda rastro porque, sencillamente, no hubo parejas, ni matrimonios, ni noviazgos, ni siquiera una mirada entre una mujer hispana –ellos las llaman visigodas o, directamente españolas, ¡en el s. VIII!– y un individuo de Siria, Arabia, Egipto, ningún bereber… Un modelo reproductivo suicida en el que ellas son castas y ellos, como con asco al verlas: la típica repugnancia de infiel a infiel.
En un principio pensé escribir esta columna sobre el racismo contra tus propios ancestros, simplemente enunciándolo y después añadir líneas y líneas de ¡jajaja! Pero, bueno, voy a tratar de currármelo. Esta estúpida idea supremacista, viene a decir que quienes invadieron la Península en el 711, se instalaron aquí y promovieron el monumental legado del que disfrutamos, en la agricultura, la artesanía, el idioma, la ciencia, la música, el arte, la literatura, la toponimia, la gastronomía… según estos españoles puros, sólo debieron interactuar con hombres, ya que, con las féminas, se limitaron a ignorarse de lejos.
Vienen a asegurar que las mujeres –de una población con un extraordinario popurrí genético– mantuvieron las piernas cerradas ante ese plantel de varones –imagino que esperando a que en unos siglos llegaran asturianos, leoneses o castellanos– y, sobre todo, que esos perpetuos extranjeros abrazaron el celibato, renunciaron a tener su propia progenie y –es de suponer– se dedicaron exclusivamente al onanismo. Así, ocho siglos.
Sugiero a quienes se creen descendientes directos del Cid Campeador, que se hagan uno de esos test en los que se puede comprobar cómo provenimos de ese fecundo líquido amniótico que se forjó en la gran matriz que es el Mediterráneo, con su orilla europea, la asiática y la africana. Para otros, con echarse un simple vistazo en el espejo debería ser suficiente. Y no digamos ya, si alguien lleva alguno de los incontables apellidos como Almodóvar, Benjumea, Benavides, Alcaraz, Nájar, Almeida…y asegura proceder de Pelayo. En ese caso, debería plantearse que, en algún momento, uno de sus antepasados, ya que no fue engendrado, en buena lógica, debió ser adoptado. ¡Junto con otros miles, claro!
En fin, las cosas del ultranacionalismo, que trata de actualizarse, pasando del mito, al bulo. ¡No quiero pensar qué dirán el día que se enteren de que, como euroasiáticos, llevan un 2% de ADN neandertal!
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