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Ayer jueves 21 de noviembre fue el Día Mundial de la Televisión, una efeméride que estableció la ONU en 1996. La televisión a sus casi setenta años de vida en nuestro país (los cumplirá en el 2026), muestra achaques inequívocamente propios de tan avanzada edad, y es cierto, que hoy en día no ocupa el trono que arrebató al cine y a la prensa durante el siglo pasado como medio más influyente; y que ahora el lugar donde nace preferentemente eso que llamamos “la actualidad” y el campo de batalla en que sus protagonistas combaten por el poder y la gloria, se ha trasladado a Internet. Pero eso no debe de ocultar la realidad, que no es otra que admitir que la red no sólo no ha acabado con la televisión, sino que le ha ofrecido nuevas herramientas y recursos que más que desplazarla, la han potenciado, como por ejemplo las difusiones en directo y el acceso a contenidos audiovisuales desde cualquier lugar y cualquier dispositivo. Sí, la televisión como cualquier anciano, se repite y se alimenta en exceso del pasado, pero goza de buena salud, mantiene sus altísimas cotas de consumo, relevancia y rentabilidad cuando se gestiona bien, y los televisores continúan siendo junto al grifo por el que el agua llega a los hogares, los únicos utensilios imprescindibles para considerar que un edificio es un hogar.
Así pues, no maten a la televisión, puesto que continúa siendo la mayor fábrica de crear historias del planeta y el principal antídoto contra la soledad de muchos de sus habitantes. Es cierto que muchas de las horas de sus programaciones están ocupadas por talk- shows clónicos que vienen a ser tertulias de radio televisadas, aunque sin la agilidad de quienes basan su razón de ser en la palabra. También que las novedades no abundan y que hay más loros de colores llamativos que repiten con relativa gracia sonidos y sentencias de otros, que pájaros cantores con voz propia. Y, sobre todo, que su voluntario olvido de los más jóvenes está llenando a la TV de un público excesivamente envejecido, y alejándose de ofrecer contenidos para todos los públicos, empieza a ser un medio especializado en y para la tercera edad. Pero pese a todo , la televisión está viva y en activo porque es el medio de comunicación tradicional que mejor se ha adaptado a las nuevas tecnologías y sobre porque continúa siendo el espejo que mejor nos muestra tal y como somos: Hormigas siempre dispuestas a montar una revuelta, pero nunca a apagar el televisor.
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