El fin (I)

07 de noviembre 2024 - 03:07

Los coñazos, como yo, llevamos años advirtiendo a los conocidos que se están metamorfoseando en asesinos sin pistola (de momento), años indicando que el fascismo en Europa no llegó disfrazado con sus camisas y bigotillos, que su verdadero triunfo fue entre la gente buena, normal, de toda la vida... Cuando esta gente tenía asumidas las perfidias criminales de los violentos, ya sólo quedaba ocupar el poder. Leo en un clásico de Juan José Linz una carta de Mussolini expresándolo: si su partido y él mismo no estaban ya en la cárcel, es que el Estado no existía: luego ellos tenían la obligación de gobernar.

Llegar a este horror es un proceso, en nuestro caso comenzó con la caída de la URSS... No defiendo aquella cosa (Putin prueba lo que de verdad era aquello), sino que describo el sistema de equilibrios que existía entonces. Cuando se acabó la Historia, el fascismo salió de sus catacumbas para terminar triunfando, no desfilando (todavía) sino haciéndose primero con “la gente buena, normal, de toda la vida...”.

No alcanzo a comprender el odio a Pedro Sánchez, pobre hombre y pobres nosotros. Comparto muchas de las críticas total o parcialmente, pero cuando oigo expresar ese odio cerval no alcanzo a comprender ni uno solo de los motivos aducidos, esa fiereza es previa y después se aportan los hechos, hemos tenido Presidentes organizando grupos terroristas, montando contubernios sobre los cadáveres de la ciudadanía sólo por ganar unas elecciones, Presidentes de partidos políticos condenados en firme por corrupción y con libretas de nombres y apellidos... no existen causas reales para querer nada menos que matarlo, y el otro día lo vimos. Un Estado que no tiene en la cárcel a los promotores del odio y la violencia, tan terroristas como lo fue ETA y su entorno, no es un Estado, luego llegan los salvadores (¿les suena?).

Tengo la tentación de retirarme. La travesía del desierto. Este artículo será leído y entendido con el tiempo (confío), por medio viviremos el horror de la aniquilación irracional, la xenofobia es el nuevo antisemitismo y ya ha calado en las clases populares. El fanatismo religioso que arrastran la pobreza y la ignorancia de la migración es precisamente lo primero que deberíamos haber atacado desde los Estados receptores, obviarlo con un disfraz de tolerancia falsa es condenarnos a su proselitismo y generar la eclosión de los mesías a la contra, igual de fanáticos... pero nuestros fanáticos.

Está germinando la semilla del mal. Sólo hay que mirar la escena internacional: Trump, Netanyahu, Putin, por citar un círculo vicioso, pero Sudamérica, la Europa de Orbán o Meloni o Abascal o Le Pen, China, India, África, da igual, la sinrazón se apodera del mundo. Ya sabemos todos lo que va a pasar, y lejos de poner medios para evitarlo conducimos a nuestros hijos e hijas al matadero sin ningún tipo de remordimiento, pensando: Tengo razón.

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