Ibrahim, hijo de nadie

07 de octubre 2024 - 03:06

Llegó a la asociación preguntando por mí. Desde el despacho en el que me encontraba me pareció oír una voz conocida. Me acerqué a recepción y me vi envuelto en el abrazo de una persona, de uno noventa de estatura, a quien no reconocí, al menos en ese momento.

¿Te acuerdas de quién soy? Permanecí en silencio, sin saber bien qué responder. Era muy parecido a un joven que estuvo con nosotros en uno de los pisos de acogida, pero dudaba. Creo que sé quién eres, aunque olvidé tu nombre, dije al fin. Te comprendo, estoy muy cambiado, en dos años la vida se me ha venido encima, tengo veinticinco años, cualquiera diría que tengo cuarenta. Hizo esa afirmación con lágrimas en los ojos. ¿Recuerdas que yo quería ser actor? Incluso grabé un spot publicitario. Con mi confusión a cuestas, lo llevé a otro lugar donde podíamos hablar a solas.

Veamos. Te llamas… Soy Ibrahim, Pepe. Estuve con vosotros dos años, los mejores de mi desastrosa vida. Me obsesioné con la idea de irme a Barcelona para triunfar en el mundo del espectáculo. Me dijiste que no lo hiciera, es un mundo muy duro, me repetiste en varias ocasiones. No hice caso. Al llegar a esa ciudad, estuve viviendo unos días en la calle junto a otros compañeros de Marruecos que aspiraban a encontrar un buen trabajo, si fracasamos, decían: “Siempre nos quedará el campo”. Yo quería otra cosa.

Me alejé de ese grupo y me encontré con una persona que me llevó a su casa. Me pareció que había tenido mucha suerte. Parecía apreciarme, o quererme, eso pensaba, tal vez era la verdad, aunque el consumo de cocaína era su punto débil. Me vi, casi de pronto, en un mundo muy diferente al mío, unas personas de la burguesía que miraban más el aspecto físico que mi mundo interior tan lleno de contradicciones. Consumí farlopa hasta que el cerebro estalló en forma de brote psicótico. Me ingresaron en un hospital tres días, pedí volver a Andalucía. Uno de los psiquiatras que me trataron habló con un compañero de carrera que estaba en Sevilla. Me ayudaron para que pudiese volver. Cuando llegué, me ingresaron, ahora estoy en una comunidad para enfermos mentales.

Vengo para verte, también para pedirte ayuda en el pago de las tasas, ya me toca renovar mi documentación. Cuenta con ello, ya lo sabes. Me duele verte así. Es verdad que la vida se te ha venido encima, pero sé que eres fuerte, saldrás de esta pesadilla.

Antes de irme, dijo Ibrahim, solo quiero pedirte una cosa: nunca me abandones, te lo suplico.

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